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Jonás Sainz
Lunes, 9 de enero 2017, 10:36
Actual no se parece a nada, ni siquiera a sí mismo. No es solo que no tenga nada que ver con el Escenario de Culturas Contemporáneas que sucedió a Iberpop en 1991 y que abría ventanas para que aquel Logroño de olor a rancio mirase ... hacia afuera y desde fuera se viese esta ciudad tan mal conocida; es que no termina de tomar más rumbo que el del entretenimiento diverso y la autopromoción empleando para ello un reclamo más de ocio que cultural. Tampoco este año en el que ha cumplido los 27, la edad maldita a la que los roqueros o se suicidan o empiezan a hacerse viejos, se ha planteado el dilema de fondo al que tarde o temprano debería enfrentarse todo festival: si conformarse con ser un producto más de distracción colectiva o arriesgarse a plasmar la expresión necesaria de una verdadera inquietud cultural.
Pospuesta cualquier terapia de búsqueda de la personalidad propia y previsiblemente sin demasiada autocrítica, los responsables políticos del Gobierno de La Rioja y Ayuntamiento de Logroño, que son los que organizan el evento, hacen hoy su balance oficial de esta edición que ya ha quedado atrás. El artístico, al menos, tiene luces y sombras; y no en cuanto a la programación, que es muy libre, sino por la falta de una línea maestra que identifique el festival. Tras seis jornadas de música de diverso interés y formato, cine no comercial, microteatro y otras propuestas artísticas, Actual 2017 ha vuelto a mostrar síntomas de bipolaridad y a resolverse como si cupiese cualquier cosa.
La mejor muestra de ello fue el concierto del sábado en el Palacio de los Deportes, el último, con cinco mil espectadores, según la organización, el más multitudinario pero también el más irregular. Si fue un éxito, más allá de la respetable pero dispar fiesta de La Pegatina, hay que atribuirlo a la calidad de Amaral, indiscutiblemente uno de los mejores grupos del pop-rock español, pero también muy comercial.
Menos tirón tuvo la víspera Love of Lesbian (oficialmente 3.500 personas), aunque también dio un buen espectáculo en una noche en la que Elefantes bajó el nivel considerablemente. A pesar de tener mucha menos capacidad que la plaza de toros, el Palacio de los Deportes se confirma como un recinto más apropiado que la gélida Ribera para albergar conciertos en enero.
Lo mismo que el local de Bodegas Franco Españolas, técnicamente impecable y cómodo (con aforo para 350 personas), mejora mucho las prestaciones del CCR para los conciertos de menor formato, tanto a mediodía como por la noche. El prometedor grupo madrileño Morgan dio allí uno de los mejores conciertos. Al fin rock. Y también Delafé en otro estilo.
El gastro-bar Wine Fandango se llenó en tres matinales discretas con Alice Wonder, Iseo y Pájaro Sunrise. Y también el Círculo Logroñés como café-concierto, donde destacó el de Nora Norman y la performance musical dirigida por Marta Fernández Calvo 'Concierto Menú', la única propuesta artística inusual.
La Guerra de Bandas en Biribay es ya una aportación ineludible del programa, además de una oportunidad para grupos noveles. Para gustos, las sesiones con dj's en Maldeamores. Y el concierto a corta distancia de Amaro Ferreiro, para incondicionales.
El cine en el Teatro Bretón es siempre un éxito de público y programación, este año con la película iraní 'The salesman' entre las mejores de la cartelera. Las sesiones matinales, el maratón nocturno y el concurso Sueños en Corto, en el Café Bretón, amplían y diversifican la oferta cinematográfica, una de las patas más firmes de Actual.
Más discreta ha sido la aportación de dos exposiciones y del apartado de videodanza Fiver. Y directamente fuera de lugar, aquel espectáculo inaugural de los políticos.
Queda ya poco espacio, quizás suficiente para encajar un microteatro acostumbrado a buscarse la vida en rincones oscuros y frías esquinas, pero que no hace justicia a una de las mayores aportaciones de las últimas ediciones de Actual. Teatro Insólito se ha consolidado como una de las alternativas de una programación que necesitaba algún vínculo con la creación local. Nueve pequeñas compañías riojanas han demostrado su talento en perlas como la maravilla de Sapo Producciones, 'Cuando suena el carillón', vista por poco más de 150 personas. Están pidiendo a gritos seguir siendo 'actuales' y que la oportunidad que merecen no dure solo una semana. La filosofía que le falta al festival bien podría encontrarla en su ejemplo.
Se acabó Actual y algo se muere con él. Con la vuelta a la rutina, la ciudad seguirá escuchando campanas sin saber que son las mismas de esa historia escondida en lo alto de una torre. Sin saber que las campanas doblan por Logroño.
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