Incendios en el espacio

«Love of Lesbian llenó el Palacio de esa otra forma de energía colectiva que no se puede medir más que estando en el epicentro mismo de la tormenta en el momento justo de la descarga»

Jonás Sainz

Sábado, 7 de enero 2017, 19:17

También yo lo detestaba hasta morir. Y, aunque nunca llegue a ser otro fan de John Boy y compañía, he de reconocer a Love of Lesbian su innegable y sofisticada elegancia, la incondicional y nada fácil apuesta de Santi Balmes y Jordi Roig por ... una música y una poesía siderales que casan en su inconfundible estilo personal y, después del fulgurante paso por Actual del Poeta Halley, un gran directo, quizás excesivamente expuesto al show visual y efectista, pero musicalmente tan potente que el pop más tenue de sus discos suena sobre el escenario como auténtico rock psicodélico. La ya veterana banda barcelonesa, capaz de reinventarse y de adaptarse a los tiempos y los espacios del voraz universo músico-comercial, dio el viernes un magnífico concierto en Logroño, ante unas 3.500 personas, no llenando ni de lejos el Palacio de Deportes, pero haciéndolo rebosar de decibelios, watios de luz y esa otra forma de energía colectiva que no se puede medir más que estando en el epicentro mismo de la tormenta en el momento justo de la descarga. Incendios de nieve y calor.

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Terminaría siendo memorable la noche que congregó al público indie, pero empezó fría con The Owl Project y casi irrisoria con Elefantes. Los de Markina cumplieron, sin más, el expediente de abrir la velada con los temas de su disco Hostoka. Iker (voz y guitarra), Iñigo (sintetizadores y secuenciadores), Aitor (guitarra, voz y teclados), Miguel (guitarra y bajo) y Yeray (batería), ganadores de la Guerra de Bandas del año pasado, demostraron personalidad sobre el escenario grande pero no demasiado entusiasmo. Todo lo contrario que este otro grupo de Barcelona, que sí se entregó, pero a un ejercicio de mímesis romanticona menos propio de un Actual con clase que de una gala de tu cara me suena. ¿Camilo Sesto, Los Pecos, Bunbury...? Shuarma (vocalista y compositor) lleva dentro una combinación de influencias tan florida como peligrosa que Jordi Ramiro (batería), Julio Cascán (bajo) y Hugo Toscano (guitarra) hacen pasar por Elefantes. Nueve canciones de amor y una de esperanza fue discurriendo para placer de propios y espanto-risas de extraños entre no pocos éxitos anteriores: Azul, Duele, Piedad... Lo mejor fue también lo más surrealista: retrotraer al heterogéneo y a menudo despistado público indie a la catarsis de la canción romántica española con el Te quiero de Perales. Y es que todos llevamos dentro un hortera.

Y todos llevamos también un viajero cósmico que esa misma noche despegaría hacia las estrellas con el cometa Love of Lesbian. Habían prometido un concierto de festival y cumplieron desde el inicio. Cuando no me ves encendió la mecha del cohete espacial que es la poderosa escenificación de su último disco, El poeta Halley, en general más pausado pero intenso y capaz de ponerte en órbita con sus temás más fuertes. El impulso del despegue continuó con Bajo el volcán, antes de viajar en el tiempo con Los seres únicos (de La noche eterna), dedicada esta vez a la princesa galáctica Carrie Fischer, y Allí donde solíamos gritar, 1999 y La niña imantada, con el público entregado ya al grito en el punto medio entre la música hipnótica del grupo y la lírica onírica. Todo muy esdrújulo.

Santi Balmes (voz, composición, guitarra y teclados), Jordi Roig (guitarra), Joan Ramon Planell (bajo y sintetizador), Oriol Bonet (batería y programación) y, más tarde, Julián Saldarriaga (guitarra, secuenciadores y coros), además de Dani Ferrer (teclados) y el productor Ricky Falkner (guitarra y ya exfumador), forman una formidable banda, aunque el fascinante show audiovisual desplaza protagonismo genuino.

Psiconautas marcó un primer momento culminante de vuelo psicotrópico, muy apropiadamente continuado con Algunas plantas, Incapacidad Moral Transitoria y El yin y el yen. Y ya no habría descanso en el alucine sideral: Me amo daba paso al Club de fans de John Boy para empezar a despedir este vuelo boreal sin retorno desde Lima hasta Reikiavik pasando por Logroño.

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Ya solo faltaba impactar en el centro mismo de una nebulosa remota recuperando el hermoso himno Incendios de nieve y perderse definitivamente en el cosmos con Planeador. Al final, la megafonía disuadió de pedir propinas con Purple rain y todos salimos a la madrugada como espectros de noche a comprobar si nevaba, hacía calor, llovía púrpura o todo al mismo tiempo. A mí me pareció ver que tiritaban azules los astros a lo lejos.

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