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Casa de Mateo de Nuevas. Entre las pinturas que se conservan figura el escudo de la Inquisición. :: j. rodríguez
De sapos, potros de tortura y sambenitos

De sapos, potros de tortura y sambenitos

Nutridos grupos de visitantes han recorrido esta semana los enclaves vinculados al Auto de Fe de 1610, el de las brujas de Zugarramurdi

E. ESPINOSA

Sábado, 13 de agosto 2016, 01:15

logroño. Ante la puerta del Revellín, Pilar Lumbreras traslada al visitante a mediados del siglo XVI, a un Logroño rico gracias al comercio y muy animado (hasta con mancebía pública) que ronda los 8.000 habitantes. Aquí se traslada en 1570, procedente de Calahorra, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Su palacio se levantará donde antes lo hizo el hospital de Rocamador (en el actual aparcamiento de Valbuena) sobre tres plantas, las dos inferiores con cárceles secretas.

Más profunda aún subyace una necrópolis poblada de víctimas de la peste, enfermedad que se adelantó a la hoguera en el caso de algunas de las 'brujas' de Zugarramurdi condenadas en el Auto de fe de 1610, el más conocido y mejor documentado de nuestra historia. Sobre este juicio y la Inquisición gira la ruta turística que acaba de estrenar el Ayuntamiento de la capital, guiada por Pilar Lumbreras.

Tras subir al Cubo del Revellín e imaginar el palacio de la Inquisición al otro lado de la carretera, el grupo se traslada con la guía al vecino parque del Ebro, donde una placa y once olmos recuerdan a las once víctimas de este histórico juicio. Allí, en el 'bosque de la memoria', Lumbreras menciona a María Zozalla, la única de aquellas 'brujas' que reconoció tratos con el demonio y haber envenenado a una vecina, confesión que tampoco le libró de la hoguera.

De regreso al casco antiguo, parada obligada en la plazuela del inquisidor Alonso de Salazar y Frías, conocido como 'el abogado de las brujas' y personaje clave a la hora de acabar con su persecución y quema.

Adosada a la plaza, la Casa de Mateo de Nuevas (Barriocepo, 10), donde el visitante tiene la oportunidad de acercarse a la figura de este comerciante y miembro de la 'familia' del Santo Oficio. Cuando esto último ocurre, en 1734, pinta su casa con motivos de los que aún se conserva un escudo de la Inquisición. Corona la bóveda de la escalera y en él figura la tradicional cruz de nudos, la espada (simboliza el trato a los herejes) y la rama de olivo (la reconciliación con los arrepentidos).

La visita discurre ante la vecina iglesia de Santiago, donde el caballo del 'matamoros' que asoma a la fachada parece que tuvo que rebajar el tamaño de sus atributos a sugerencia de la Inquisición, insinúa Pilar Lumbreras.

A unos pasos, en la Plaza de la Oca, la guía desvela la teoría de la conspiración en este proceso, vinculada al abad del Monasterio de Urdax, y otras curiosidades como el uso del potro como único método de tortura empleado por la Inquisición en Logroño o el origen de la palabra 'aquelarre' o 'prado de macho cabrío' precisamente en el proceso de las brujas de Zugarramurdi.

La ruta discurre por Ruavieja ante dos casas del Logroño del XVI: la Reja Dorada y el Palacio de los Yangüas. Continúa por San Bartolomé y el barrio de la Villanueva (se consideró la judería hasta hace no mucho), para luego introducirse en la calle Portales, donde tuvo lugar el Auto de fe. Fue en el antiguo Ayuntamiento (esquina Juan Lobo) durante tres días y ante 30.000 personas. «Se encargó mucho vino» para la ocasión, reconoce Lumbreras, cuyo relato histórico se ve salpicado de anécdotas y personajes singulares como la 'brujita' o 'cieguita de Viana'. Finaliza el paseo junto a La Redonda, donde quedaron expuestos los sambenitos de las once brujas de Zugarramurdi quemadas (cinco de ellas en efigie).

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