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COLPISA / AFP
Sábado, 25 de junio 2016, 01:15
París. París se rinde al talento 'maldito' de Michel Houellebecq (La Reunión,1958), acaso el escritor francés más famoso y más controvertido, leído y traducido de las últimas décadas. 'El autor de 'Ampliación del campo de batalla', 'Plataforma' o 'Sumisión' se prestó gustoso al juego del exhibicionismo kitsch en una muestra que escenifica sus obsesiones: el vacío existencial, el sexo, su ácido pesimismo o la muerte, incluida la de su perro Clément. Presentada en el parisino Palacio de Tokio, 'Rester vivant' (Seguir vivo) toma su título de una colección de ensayos de 1991. Es un caleidoscopio de los atormentados pensamientos del provocador y vitriólico novelista, también fotógrafo, cineasta, actor y cantante.
Entre instalaciones propias y de algunos de sus amigos, el premio Goncourt en 2010 copa de objetos, fotos, instalaciones y materiales muy diversos más de 2.000 metros cuadrados. Su imaginación discurre por los mismos derroteros que en sus novelas y juega a ganarse el estatus de artista. Como en sus libros, describe y recrea paisajes apocalípticos y decadentes y niega cualquier posibilidad de esperanza.
Se abre la exposición con la foto de un paisaje -crepuscular o de sol naciente- y la frase «es hora de que hagan sus apuestas». En dieciocho salas iluminadas y dispuestas según los caprichos del escritor, el visitante descubrirá un bar donde podrá fumar y tomarse una cerveza, una 'tumba' dedicada Clément, el difunto perro del narrador, y una máquina de mezclar tintas. «Una sala por cada obsesión», resume el 'enfant terrible' de las letras francesas.
Hay fotografías de peajes de autopistas, de la localidad de Avallon, al sureste de París donde Houllebecq pasó la infancia, o de los paisajes desiertos de Canarias, Murcia o Almería, donde el escritor tiene un casa y se recluyó durante para concluir una de sus novelas mas contestadas, 'La posibilidad de una isla'. También hay muchas imágenes de vacas, el animal predilecto del autor de 'Las partículas elementales', de ruinas industriales, colmenas humanas e iglesias abandonadas.
Los únicos seres humanos que aparecen en este personal y extravagante universo 'houellebecquiano' son mujeres jóvenes desnudas o con atuendos sadomasoquistas, entre ellas su exesposa Marie-Pierre, retratadas en poses muy clásicas. Houellebecq complementa estos sensuales retratos con 'La rivière' (El río), un cortometraje campestre que muestra los juegos eróticos de mujeres en la orilla.
En otra sala hay frascos, retortas y recipientes de laboratorio dispuestos sobre una mesa. Son los treinta ingredientes (agua, nitrógeno, grafito, sodio...) necesarios para fabricar a un ser humano, con la lista y las proporciones para hacerlo presentadas en la pared.
Fumador empedernido -tortura a sus editores exigiendo fumar en espacios públicos en sus presentaciones- Houellebecq ha incluido una sala para fumadores a los que arrulla la voz de Carla Bruni leyendo alguno de sus poemas.
El escritor convenció a su amigo y pintor Robert Combas, para que, junto a su cuadros, intalará justo al lado del fumadero la habitación en la que se refugia para pintar. Un estercolero repleto de papeles, discos, diarios y restos de pintura, donde sólo el artista tiene derecho a penetrar. Hay también obras de creadores como Renaud Marchand, cuyo 'Daniel & Esther. Homenaje a Michel Houellebecq' da cuerpo a la composición química del clonado protagonista de 'La posibilidad de una isla' en una oscura sala con fotos de su amigo.
Abierta hasta el 11 de septiembre, no es la primera exposición en la que Houellebecq muestra sus obsesiones mediante recursos plásticos. Ya lo hizo en 2014 en un espacio mucho más pequeño, pero ahora asalta el Palacio de Tokio, uno de los santuarios de la modernidad artística en París.
Junto al propio escritor, la otra gran estrella de la exposición es Clément, el perro fallecido en 2011 y el ser vivo «más querido» del provocador autor. Es la imagen de cartel y el protagonista de varias salas en las que se exponen los juguete del animal que compartieron el escritor y su esposa, Marie-Pierre Gauthier. Al separarse se repartieron el cuidado del can y sus juguetes, expuestos en un sala en penumbra junto a acuarelas, fotos y el documento de identidad veterinario del perro.
Cierra el recorrido un diaporama con imágenes del animal, musicado por el celebérrimo Iggy Pop, isntalación con la que Houellebecq celebra el amor supremo, «el único posible en esta tierra», según el estrafalario escritor. Iggy Pop canta 'A machine for loving' (una máquina de amar) canción de tema canino inspirado en 'La posibilidad de una isla', novela que dio pie a una película.
Jean de Loisy, cómplice de Houllebecq y director del Palacio de Tokio, es el comisario la arriesgada propuesta que «acabó siendo una gran instalación en torno a Houllebecq en lugar de una exposición».
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