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Camilo José Cela Conde.
Cela, el ogro sin coraza

Cela, el ogro sin coraza

Cela Conde, hijo del Nobel, le libera de sus máscaras y descubre a un ser «inseguro, muy contradictorio y que pide socorro»

MIGUEL LORENCI

Martes, 10 de mayo 2016, 00:42

Madrid. Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916-Madrid, 2002) se refugió en varios personajes. Entre todos, se impuso el más odioso. El ogro que rugía y escandalizaba con sus soeces exabruptos y excentricidades. Era solo una coraza. Una fachada que ocultaba y protegía a un ser «angustiado, inseguro, muy contradictorio y que pedía socorro». Así lo sostiene su hijo, Camilo José Cela Conde (Madrid, 1949), que en vísperas del centenario del nacimiento de su progenitor y premio Nobel de Literatura -se cumple mañana- le quita ese escudo. Lo libera de sus máscaras para ofrece al lector 'Cela, piel adentro' (Destino). Quiere ser «el retrato cabal del hombre que dábamos por perdido».

Traza esa fotografía vital y literaria a partir de las cartas que Cela envió a su esposa, Rosario Conde. Fueron más de un millar «y se irán publicando poco a poco», dice Cela Conde de un material inédito que su madre le legó tras la muerte de su padre. Unos papeles que dotan de una nueva dimensión al controvertido y genial autor de 'La colmena' o 'Viaje a la Alcarria', al que su hijo define como «un clásico raro» a quien la celebración de su primer centenario «le parecería una gilipollez».

Dedicado a su madre -«la única persona que conoció al Cela de piel adentro»- desvela «a un Cela desconocido». «Acaso en las antípodas de su personaje», aventura su hijo, que ya trazó una primera aproximación a la caleidoscópica y compleja figura de su progenitor en 'Cela, mi padre' en 1989.

Que nadie busque en sus páginas mala baba, ajustes de cuentas o afán de venganza por los 'años oscuros' en los que Cela, casado en segundas nupcias con Marina Castaño, cortó amarras con su familia y entró en un burbuja impenetrable. Su hijo, a quien Cela desheredó y que recuperó su herencia en los tribunales, nada le reprocha y nada le echa en cara. No aborda ese tiempo oscuro en el que, alejado de su padre, confortó a su madre, «el eslabón más débil».

Recibió Cela hijo un cajón con ese millar de cartas, artículos y documentos, incluida una comedia inacabada, cuya existencia desconocía. Más de 400 páginas que «carecían de valor, según mi madre». Su lectura le reveló a un joven Cela enamoradísimo de su esposa, carcomido por las dudas, la inseguridad, el temor al fracaso y las contradicciones. Alguien que mientras escribe el 'Pascual Duarte' es capaz de proponerse como censor franquista o pedir a su tío que le ponga un bar. «No sabía que hubiera existido un Cela así, tan diferente, y que no fui capaz de ver en mi primer libro, que ahora me parece un fracaso», confiesa Cela Conde. Dio con un Cela «que no cuadra con el que conocemos, muy alejado del personaje tremendo, soez, soberbio y dominador que parecía desayunar un niño crudo cada mañana, capaz de arrojar a la piscina a una reportera ante las cámaras». Alguien a quien el doctor Santiago Prieto califica de «ególatra, mujeriego, procaz, bárbaro, rijoso, glotón y pedante» y todo un sinfín de lindezas antes de reconocer la inapelable genialidad de su obra.

«El oficio de escribir consiste en inventar personajes y el primero que inventó Cela es el suyo», reitera su hijo para que nadie se llame a engaño. Advierte que, lejos de ser imposturas, «sus máscaras fueron construcciones literarias». Él le libera ahora de esa coraza, de la sucesión de máscaras que ocultaba al hombre bajo la ficción del escritor.

¿Fue el personaje de Cela una fiera que lo devoró? Su hijo pensó durante mucho tiempo que sí. Pero hoy cree que, «huyendo del personaje, entró en una espiral». «Se deslizó por un pendiente resbaladiza -dice- que se hizo más pronunciada tras recibir el Nobel, pero de la que acertó a salir». Y fue gracias a «un as que tenía en la manga», 'Madera de boj', «un libro magistral con el que logró volver al principio, al Cela de 'Mrs. Caldwell habla con su hijo' y 'Pabellón de reposo'».

Antes había protagonizado uno de los episodios más bochornosos en la vida del Nobel, acusado de plagio en 'La cruz de San Andrés', el libro que le daría el premio Planeta tras el Nobel. ¿Se arrepintió? «No. Cela no se arrepentía nunca de nada, aunque le pasara factura. Esa habría sido su respuesta. Pero por confesiones a dos de mis tíos, sé que en algún momento expresó su preocupación por haberse metido en un lío enorme y haber perdido los papeles».

Cree Cela Conde que el lema de su padre, 'Quien resiste gana', «es una tautología». Sus cartas revelan a un Cela «que lanza gritos de socorro, que se siente solo, desesperado y abandonado» en muchas ocasiones. Tentado de tirar la toalla infinitud de veces. Incluso cuando le encargan 'La catira' y viaja a Venezuela.

Cela leyó el primer libro de su hijo sobre él. «No hizo el menor comentario, aunque supe por terceros que le encantó», explica Cela Conde. «No sé que habría dicho de este. Pero si yo fuera fatuo, ridículo y desmesurado, diría que a lo mejor este libro podría haberlo escrito él», ironiza.

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