Juan Arnau, autor ‘La invención de la libertad’.

«No somos zombis en un mundo en el que todo está decidido»

El filósofo Juan Arnau impugna la idea mecanicista de que el hombre vive atado a un determinismo ciego

Antonio Paniagua

Jueves, 28 de abril 2016, 00:38

La ciencia actual ha fracasado porque es muy escolástica, vive encerrada en su torre de marfil. Quien así se expresa es el filósofo y astrofísico Juan Arnau quien asegura que los científicos, especialmente los matemáticos, los físicos y los expertos en el estudio del lenguaje, ... no han logrado que su conocimiento tenga un impacto social. Arnau, que ha publicado La invención de la libertad (Atalanta), reivindica la filosofía como el arte de vivir y se declara a favor de que esta disciplina trascienda los límites de la información y opere como un saber íntimamente unido a la vida.

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Nos reímos del escolasticismo medieval, que dedicó mucho tiempo a discutir sobre las categorías de los ángeles, pero hoy en día se está haciendo lo mismo en las facultades de física, apunta Arnau, quien en su ensayo rebate el dogma de que el conocimiento se reduce al fruto de múltiples conexiones neuronales.

Arnau parte de la premisa de que desde el siglo XVIII la humanidad vive bajo la idea de que el universo está gobernado por leyes inmutables. El filósofo se revuelve contra esta idea mecanicista y asegura que las personas no son autómatas que obedecen a un determinismo ciego. Para argumentar su tesis, Arnau recurre a tres pensadores que se distanciaron del pensamiento hegemónico: William James, Henri Bergson y Alfred N. Whitehead. Los elegí porque los tres defienden la libertad del hombre no como algo ilusorio, sino real. No somos zombis en un mundo en el que todo está decidido, sentencia.

La invención de la libertad ataca directamente las tesis de los que subordinan la biología a la física y a las matemáticas. El modelo newtoniano ha tenido tanto éxito y ha sido tan rentable desde un punto de vista tecnológico que la biología ha tardado mucho tiempo casi tres siglos- en liberarse de esa servidumbre. Ahora es cuando la está dejando.

El pensador repasa el devenir de los filósofos que han sentado esa doctrina que niega la libertad. Bacon, por ejemplo, defendía que el conocimiento no puede ser sólo contemplativo, de manera que debía aspirar al poder. Y ese poder es manipular la naturaleza para que sirva a nuestros fines. Galileo, de su lado, sostenía que la naturaleza hablaba el lenguaje de las matemáticas. A partir de esos dos modelos se despliega toda una revolución científica, que termina por considerar la materia como algo externo e independiente al hombre. Ahora prosigue-, aunque existen la física relativista y la física cuántica, el paradigma materialista sigue estando muy presente.

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Neodarwinismo

Los tres hacedores de la modernidad, Newton, Kant y Darwin, nos llevan esa visión del hombre como zombi y a pensar que la conciencia es un fenómeno tardío de la evolución, dice Arnau, quien invoca su formación budista y su conocimiento de las religiones de la India para contradecir el neodarwinismo.

A pesar de los todos los condicionamientos que tiene el hombre nada más nacer, como las circunstancias, la educación o la carga genética, Arnau defiende la idea de libertad, pero no entendida como posibilidad de elegir, sino como facultad para liberarse de los deseos e inclinaciones que atan al ser humano. Para mí la libertad no consiste en el cumplimiento de los propios deseos, el follow your dreams, consigna muy útil para el capitalismo. Siempre me acuerdo de una broma de la serie Seinfeld que dice que el capitalismo consiste en poder optar entre 150 marcas de chocolatinas diferentes y dos partidos políticos. La verdadera libertad significa liberarse de los deseos, o al menos distanciarse de ellos de una manera irónica.

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El autor de La invención de la libertad propugna un pensamiento que supere tanto los lamentos existencialistas como el análisis lingüístico, teorías que han dominado la mentes del siglo XX. Y la clave de ese pensamiento se llama filosofía de la percepción. Bergson decía algo que va contra las neurociencias. Defendía que los recuerdos no se guardan en el cerebro porque son inmateriales. La teoría es revolucionaria. Es la percepción la que suscita el recuerdo, el cerebro sólo lo canaliza.

En La invención de la libertad Arnau postula una filosofía de la empatía, la atención y la creatividad. Hemos abusado demasiado de la filosofía crítica, argumenta. Nuestras capacidades críticas están sobredimensionadas y nuestras capacidades empáticas atrofiadas.

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Arnau, que durante cinco años estudió el sánscrito y su filosofía con un brahmán, asegura que aunque la modernidad ha pervertido a la India, todavía el país resiste las embestidas del desarrollo capitalista. Si uno a va Benarés o a una aldea de la India central se encuentra con toda la magia de un país en el que se puede visitar la antigüedad, una antigüedad en la que se vive, para bien y para mal, como se vivía hace 2.500 años.

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