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CRÍTICA DE ÓPERA - EDUARDO AÍSA
Miércoles, 30 de marzo 2016, 23:50
Justo hace un año que nos visitaba esta meritoria compañía moldava, con una 'Aida' muy exitosa, que arrancó el entusiasmo del público, y regresa esta vez, también en triunfo, con otro título fundamental de la historia de la ópera, la más querida de todos los públicos, 'La Traviata' de Verdi. Creo que nunca he tenido tan fácil hacer una crítica de ópera como en esta ocasión, y me explico: 'La Traviata' descansa en tres personajes decisivos, Violetta, Alfredo y Germont padre (los otros seis personajes entran y salen, dicen frases sueltas y hacen bulto, pero carecen de importancia) y si me apuran mucho me quedo con uno sólo, el fascinante personaje de Violetta Valéry, la traviata o descarriada en español. Si hay una buena Violetta la función está salvada y muy mal lo tienen que hacer los otros para que termine fracasando.
El domingo quedó claro desde el primer momento que había una espléndida Violetta, con una voz importante, de emisión generosa y fraseos de primera clase. La soprano ucraniana Anastasiya Golub domina el papel en todos sus aspectos, solventando las enormes dificultades vocales sin aparente problema y dando una imagen teatral muy creíble. A su lado, el tenor español Antonio Pérez-Iranzo parecía un alumno de canto con el papel bastante verde y pasó verdaderos apuros en la cabaletta 'O mio rimorso', que perfectamente podía haber omitido, e incluso en el tenso final del segundo acto. Una pena, porque la voz es muy bella, un poco pequeña pero con fino esmalte y un timbre rico en armónicos. Lo mejor lo dio en el acto primero y en el último, y desde luego su actuación no perjudicó en absoluto el resultado total.
Gustó mucho el barítono ucraniano Vladislav Lysak en el noble rol de Germont padre, con ese canto elegante y bien matizado típicamente verdiano. Creo que es muy joven para cantar Verdi y debería esperar unos años a que se asiente su voz, adquiera los graves y la anchura en el centro necesarias, porque estilo y gusto le sobran. Muy bien los otros dos papeles femeninos, especialmente la Anina de Rodica Picireanu, la soprano moldava que el año pasado triunfara como Aida, nada menos. Discretos los secundarios masculinos.
Otro claro triunfador fue el coro, de reducidas dimensiones, pero con una calidad y un poderío notables, así como la orquesta que sonó francamente bien. El director, Nicolae Dohotaru, consiguió concertar correctamente escenario y foso y sólo le eché en falta un mayor control del volumen de los metales, a veces demasiado presentes. La presentación escénica y los movimientos en escena, mucho mejor que en la visita del pasado año. El lleno de público fue espectacular, como en las grandes tardes, y lo mejor: cuajado de gente de todas las edades, incluidos jóvenes y niños. La satisfacción general fue alta, con intensos y prolongados aplausos y aclamaciones.
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