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Miguel Lorenci
Domingo, 21 de febrero 2016, 07:59
Cuando en Francia imperaba el puntillismo, en la joven Italia estallaba la revolución divisionista. Los pintores italianos de esta corriente compartían con sus colegas franceses o belgas postulados estéticos básicos. Como una paleta esencial con colores primarios que no debían mezclarse en el lienzo y ... sí en la retina del espectador. Pero en Italia se sentaron las bases de una revolución artística más radical que negó la tradición y rechazó el clasicismo. Cambió el foco de atención de la naturaleza a las ciudades, hizo critica social y se alejó de los museos para coquetear con el simbolismo y acabar sentando las bases del futurismo.
Ese es el viaje que invita a recorrer la exposición Del divisionismo al futurismo. El arte italiano hacia la modernidad que la Fundación Mapfre acoge hasta junio. Se articula en cinco secciones que examinan la relación entre dos movimientos que, a caballo entre los siglos XIX y XX, definen y construyen la pintura moderna. Aborda primero su intensa relación con la naturaleza, para ocuparse de su deriva realista y su compromiso social; del giro simbolista en sintonía con la pintura europea del momento y, finalmente, del lenguaje común para los artistas que desarrollan el futurismo.
Con casi 80 obras procedentes de museos italianos y cuarenta colecciones privadas, la muestra desvela los orígenes y la evolución del divisionismo a través de grandes pintores italianos desconocidos para el gran público pero «que hicieron latir el corazón de la vanguardia sin pasar por París» según recalca Pablo Jiménez Burillo, director del área de cultura de la fundación Mapfre.
Creadores como Giovanni Segantini, Giuseppe Pellizza da Volpedo, Giaccomo Balla, Angelo Morbelli, Umberto Boccioni, Gino Severini y Carlo Carrà, cruciales para la renovación del arte italiano y que encontraron el insólito camino que desembocó «de forma natural en el futurismo y las vanguardias del siglo XX». Su movimiento se consolidó en la Triennale di Breran, celebrada en Milán en 1891.
«Somos la última luz de un ocaso y seremos, tras una larga noche, la aurora de porvenir». Así se refería Giovanni Segantini a un movimiento «autónomo y muy diferente del resto de los europeos -según Pablo Jiménez- ya que entendió las nuevas investigaciones sobre la luz, el color y la división de los tonos como un medio, no como un fin, sometido al mensaje de la obra». Recuerda Jiménez que «nace de las mismas fuentes teóricas que el puntillismo francés», pero que, a diferencia de otras corrientes europeas, «sus estudios de la luz y el color inician la fructífera andadura que llega al límite de la abstracción y da pistas para entender el siglo XX».
Atento en sus inicios a los contenidos sociales que reflejan las duras condiciones de vida de los pobres, el divisionismo se hizo primero «urbano y social» y luego «de ideas» al aproximarse al simbolismo que desde finales del XIX influyó a toda Europa.
«El divisionismo sentó las bases del movimiento futurista que irrumpió con fuerza en el arte italiano desde 1909 de la mano de Filippo Tommaso Marinetti, convirtiéndose en uno de los movimientos de vanguardia europea y de la identidad italiana, así como del nacimiento de la pintura moderna en Italia por excelencia», resume Jiménez.
Fernando Mazzocca, profesor de la Universidad de Milán, y Beatrice Avanzi, conservadora del parisino museo de Orsay, son los comisarios de una exposición que, según Jiménez, «enseña una página de la historia del arte que pocos conocen, y por la que nunca se ha mostrado gran interés en España», donde nunca se ha dedicado una muestra al movimiento futurista de manera aislada.
Avanzi presenta a los divisionistas como «artistas comprometidos» capaces de mostrar con su técnica la mísera vida de las clases bajas «sin renunciara a la poesía», perceptible según la experta en «una luminosidad que funciona como una alegoría y un valor simbólico de la vida». Denuncia social y poesía conforman, según Avanzi, «el lenguaje típicamente italiano» de un movimiento poco conocido fuera de Italia «pero esencial para comprender las vanguardias europeas» y que fue «la guía del futurismo».
«El futurismo nació de la costilla de los divisionistas, encendió toda Italia y forjó un lenguaje artístico propio en el que Italia pudo reconocerse», resume Mazzocca.
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