Pero ¿cómo funciona? Básicamente, como el código morse. Un modular instalado en una bombilla sería el encargado de hacer que esta se encienda y se apague para dar forma al código binario, idioma que habla la informática. No se preocupe, el proceso se repetiría millones y millones de veces en un solo segundo. Por tanto el parpadeo será imperceptible para el ojo humano pero no para los sensores que equipa la electrónica que nos rodea.
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¿Será el fin del wifi? No. Más bien será una manera de descargar esta tecnología ampliamente saturada. Uno no se puede olvidar de ese edén tecnológico conocido como el Internet de las Cosas. Todos los aparatos que nos rodean hablarán entre sí: desde el coche a la nevera, pasando por la puerta, el termostato o su reloj. En siete años habrá casi 225 millones de dispositivos conectados.
Una cifra que, simplemente, no se puede soportar con las redes actuales. El espectro de ondas electromagnética está saturado y muchos analistas llevan advirtiendo la necesidad de crear una 'red paralela'.
Con el lifi cubriendo los grandes volúmenes de datos, los sensores que generan menor cantidad de información -por ejemplo, los de los contenedores de basura de una ciudad inteligente- tendrán barra libre con el wifi.
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