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Jonás Sáinz
Martes, 29 de diciembre 2015, 21:28
«Quiero pensar, o mejor, soñar, que tal vez algún día en una breve metamorfosis todos podamos pasar de ser nómadas del tiempo a ser autores de nuestra propia huella, de nuestra propia obra, simplemente caminando». El artista riojano José Antonio Olarte hacía esta ... reflexión hace tres años a propósito de su intervención pictórica 'En busca de un sueño', que realizó en octubre del 2012 en el Camino de Santiago a su paso por Ventosa. Ahora, mientras trabaja en 'Sueño de Ícaro', una gran estructura escultórica para la empresa de aeronáutica MASA en El Sequero, levanta la mirada del suelo, la dirige al cielo, como el personaje mítico en el que se inspira, y sopesa una idea: ¿debería también él darse impulso y alzar el vuelo? «El artista siempre está replanteándose las cosas -piensa en voz alta-. Quizás yo ya haya tocado techo aquí. Me planteo si irme fuera o llevar a la gente a que conozca mejor mi obra».
Vamos con esta segunda opción, no en vano se trata de un autor con abundante obra en espacios públicos en La Rioja. Y, aunque dos exposiciones recientes en el extranjero hayan alimentado su hambre de nuevos horizontes, las raíces de este creador son también la materia de que se forjan sus alas. «El entorno -dice elevando el tono casi imperceptiblemente- debería cuidar las aportaciones del arte contemporáneo. Por supuesto que es importante valorar y conservar el patrimonio del pasado, pero si no damos una oportunidad a los artistas del presente, ¿que quedará de este tiempo en el futuro?»
Años de trabajo, aprendizaje y compromiso con su obra, sobre todo escultórica, han permitido a José Antonio Olarte (Haro, 1958) elaborar pinturas matéricas y esculturas en diferentes formatos y materiales como acero, bronce o madera. Como un herrero en la fragua, trabaja el hierro tratando de humanizar su dura apariencia y extraerle un mensaje. «Es como dibujar en el espacio», afirma. De este modo 'dibuja' lo mismo para construir una gran puerta a la ciudad, como 'Naves de paso', por la que el Camino de Santiago sale de Logroño (en avenida de Burgos desde 2006), que para realizar alguna de sus piezas de menor formato en las que la línea circular queda abierta a infinitas interpretaciones. O la recta, como la que marca el entramado metálico de '42,195', la obra instalada este mismo verano en el entorno del Adarraga, cuyo título hace referencia a la distancia del maratón y que dialoga con el espíritu atlético del complejo deportivo. «Incluso la abstracción puede tener algún sentido -sostiene-. Debe haber equilibrio entre la percepción visual y el mensaje que se quiere transmitir».
Conciliar la forma, la materia y el espacio es denominador común en su trabajo, siempre plasmado con un lenguaje sobrio, sintético y cargado de significados. Entre otras obras representativas por su simbolismo cabe destacar también 'Vieira' (un mosaico de evidente inspiración jacobea ubicado en el Puente de Piedra) y, más conceptualmente, '364+1', que explora el territorio de la : «Si la materia que da forma a la idea nos seduce o nos hace pensar, seremos posiblemente durante un breve espacio de tiempo parte de la obra, parte de la idea».
'Sueño de Ícaro'
En la mencionada intervención 'En busca de un sueño', el autor empleaba el paso de verdaderos peregrinos -y las impresiones que sus pisadas dejaban en el soporte que antes dispuso sobre un segmento del Camino de Santiago y después expuso en Ventosa- para plantear el dilema entre la fugacidad del tránsito y el anhelo vital de trascendencia o perdurabilidad. Es básicamente lo que todo artista se plantea y, por extensión, cualquier ser humano. Todo pasa y todo queda...
Con esas inquietudes, ha participado este otoño en dos exposiciones colectivas en Brujas y Nueva York con piezas pequeñas. A comienzos de diciembre lo hizo en la galería belga con la que trabaja desde hace quince años, Pieter Pauwel, en la feria Artief, junto a una veintena de artistas del país. Y en octubre estuvo en la muestra de Art in the City, de la sala neoyorquina De Jalón, en una muestra benéfica de artistas mexicanos.
Ahora Olarte se plantea si es ese el camino que debe llevarle lejos de otros más trillados. Su futuro, al menos el más inmediato, está en el aire. Le tienta dar «el salto». Y lo simboliza 'Sueños de Ícaro', una estructura de hierro de ocho metros de altura y alas delta de titanio. El triángulo como forma básica para volar domina el encargo de MASA que prevé entregar en enero para ocupar una rotonda junto a la factoría en Agoncillo. «El mundo industrial puede ser una salida para el arte, como inspiración o como mecenas, ahora que las cosas están tan difíciles», apunta. Porque ni siquiera los artistas pueden vivir del aire. Y, sobre todo, sin volar.
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