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Lola Durán Úcar, comisaria de la muestra, la comenta con Pilar Montes y Eduardo Rodríguez.
Caprichos de Goya y disparates de Dalí

Caprichos de Goya y disparates de Dalí

La muestra de Cultural Rioja pone de manifiesto la admiración de Dalí por Goya y a éste como precursor del arte moderno

J. SAINZ

Jueves, 17 de diciembre 2015, 01:39

Capricho número 43. 'El sueño de la razón produce monstruos'. El pintor cae rendido sobre su mesa de trabajo, observado por una serie de animales inquietantes, sus propios monstruos y fantasmas. Francisco de Goya (1746-1828), cansado de presenciar los estragos de su época, parece aludir en este aguafuerte a su deseo por desenmascarar todos los monstruos de la sociedad a través de sus estampas, destacando así el poder de la razón sobre las tinieblas de la ignorancia, filosofía característica del pensamiento ilustrado. Al mismo tiempo, la razón, vencida por el absurdo de la existencia, libera sus fantasmas a través del subconsciente al bajar la guardia durante el sueño; un anticipo del surrealismo. «La fantasía abandonada de la razón -anota el propio artista- produce monstruos imposibles. Unida con ella, es madre de las artes y origen de sus maravillas».

Inspirado por este mensaje y, seguramente llevado también por su buen ojo para rentabilizar el trabajo, Salvador Dalí (1904-1989) se dedicó entre 1973 y 1977 a «reinterpretar desde una óptica surrealista» los Caprichos de Goya, la célebre serie de grabados que el genio aragonés realizó casi dos siglos antes, entre 1796 y 1799. El resultado es una serie gráfica distinta y sorprendente, como casi toda la obra del artista catalán, e indiscutiblemente admirable, teniendo como base e inspiración esa obra maestra de la estampación y de una nueva concepción del arte.

Bajo el título 'Dalí sueña los caprichos de Goya', Cultural Rioja la trae ahora a la Sala Amós Salvador, donde se expondrá hasta el 21 de febrero. Esta muestra, que ya ha sido vista en distintos formatos en España y América, llega a Logroño con las ochenta estampas recreadas por Dalí y siete originales de la serie goyesca, «permitiendo una comparativa del arte de los dos maestros», según su comisaria, Lola Durán, que la presentó ayer junto a Eduardo Rodríguez Osés y Pilar Montes, responsables del Gobierno y del Ayuntamiento.

De la crítica al surrealismo

Los Caprichos fue la primera serie de grabados de un Goya «ya maduro, sordo y con pocos encargos» que decide representar una sátira de la sociedad española de finales del siglo XVIII, sobre todo de la nobleza y del clero. Es un referente universal considerado «precursor del arte moderno» porque, entre otras cosas, el artista ya no se limita a recrear la belleza, sino que se propone criticar la realidad. «Goya -indica Durán- rompió con cualquier imitación pictórica e iconográfica establecida y se erigió como pionero de la modernidad en cuanto a la técnica pictórica y, especialmente, en lo que se refiere al concepto: subjetividad, irracionalidad, onirismo, sátira, crueldad, violencia o expresividad son algunas de sus claves precursoras del siglo XX».

Muchos fueron los artistas influidos por Goya, entre ellos, Delacroix, Munch, Otto Dix, Miró, Picasso, Francis Bacon y, obviamente, Dalí. En el caso de los Caprichos, donde el pintor de Fuendetodos empleó una técnica mixta de aguafuerte, aguatinta y retoques de punta seca, el de Figueras retomó sus láminas y, «gracias a la técnica del heliograbado, realizó réplicas exactas de los grabados de Goya, que reinterpretó tanto en dibujo como en color, dando lugar a un viraje en el matiz de la obra de la crítica al surrealismo».

En este encuentro surrealista, Dalí crea imágenes dobles, emplea salpicaduras, el color ternera -ese rosáceo característico-, ventosidades, figuras femeninas desmedidas, formas blandas -sus famosos relojes-, alubias en gravitación y sutil equilibrio, muletas, cucharas, calaveras, referencias sexuales explícitas, el gran masturbador... Aunque respeta la firma de Goya, reinterpreta los títulos de cada grabado en una suerte de diálogo entre ambas obras a veces satírico a veces surreal a veces simplemente ocurrente. Por ejemplo: donde Francisco titula 'el amor y la muerte', Salvador reescribe 'vomitación recíproca'; o bien, 'que se la llevaron'-'al río, que era mozuela'; 'si amanece nos vamos'-'si amanece nos quedamos'; 'que viene el coco'-'a mí con esas no'; 'bellos consejos'-'arrugas de espermatozoides melancólicos'; 'todos caerán'-'principio de incertidumbre de Heisenberg'; o 'dónde va mamá'-'al matadero'...

Recreando los Caprichos de Goya y convirtiéndolos en surrealistas, Dalí los transforma en disparates [los Disparates son otra célebre serie de grabados de Goya], anulando su mensaje social y llevándolos al terreno irracional mediante la proyección de sus obsesiones. Por ello, la exposición es doblemente interesante, por la importancia y la calidad indiscutible de la obra expuesta y por la aportación que hace a la interpretación del génesis del arte moderno, del que Goya es, como aquí se muestra, uno de los más reconocidos pioneros.

¿Pero qué pensaría de todo esto? Posiblemente lo que él mismo anota en su capricho nº 61, 'Volaverunt': «El grupo de brujas que sirve de peana a la petimetra, más que necesidad, es adorno. Hay cabezas tan llenas de gas inflamable que no necesitan para volar ni globo ni brujas».

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