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Miguel Lorenci
Sábado, 5 de diciembre 2015, 08:33
Durante toda su vida el pintor Juan Giralt (Madrid, 1940-2007) sufrió sucesivas crisis personales y plásticas de las que supo sacar provecho. Autodidacta, se inició en el informalismo imperante en los años 50. En los 60 se empapó de las tendencias expresionistas europeas y ... en los 70 era uno de los referentes de la nueva figuración madrileña. Pero llegó el huracán de los 80 que encumbró a los nuevos talentos de la movida y arrinconó a sus predecesores. Casi olvidado, acertaría Juan Giralt a renacer en los 90 con un lenguaje renovado y más personal, a caballo entre la abstracción y su pasado figurativo. Y esta época es la que explora el grueso de la muestra que le dedica el Museo Reina Sofía. Reúne casi un centenar de obras de todas sus etapas en la primera retrospectiva dedicada a la obra de Giralt en gran museo público.
"Giralt se mantuvo al margen del canon, nadando entre diversas corrientes, atrapado entre los grandes pintores de los 50 -Saura, Millares o Tàpies-, y el fulgor y el vértigo de los 80 que arrolló a tantos creadores", explica Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía y comisario, junto a Carmen Giménez, de la primera gran muestra de este francotirador de la pintura española reciente.
Ajeno a cualquier moda, reconoce Borja-Ville en Giralt a uno de esos artistas a contracorriente "sobre los que el museo tiene querencia". "Es como los secundarios de oro que sostienen las grandes películas sin que su presencia se perciba apenas; esos que están ahí, siempre fuera de campo; y acaso estar fuera del foco es uno de los espacios más bellos del arte contemporáneo", apunta el director del museo. "Pertenece Giralt a esa generación que parece haberse quedado sin relato, pero que se relaciona con artistas de una pintura esquizoide, que quieren comprender el automatismo del arte informal e ir más lejos en el arte puro", resume Borja-Villel.
Ha sido crucial para localizar las obras de la muestra la intervención del hijo del pintor, el escritor Marcos Giralt Torrente, un "facilitador" que en su libro 'Tiempo de vida', Premio Nacional de Narrativa en 2011, recreó la difícil y compleja relación con su padre cuando este hace frente a la enfermedad que le causaría la muerte. Coincide con Borja-Villel en situar a su padre "al margen del canon que se fijó en los ochenta sobre las figuras que supieron recolocarse en una década ajetreada". El decenio de la movida "en el que el mercado se expandía y en el que algunos simplemente desaparecieron. Se los borró retrospectivamente", lamenta Giralt Torrente. "Mi padre se pasó los ochenta sumergido, hasta que rompió con el lenguaje de su generación y reapareció en los noventa, su segundo periodo más feliz", explica el hijo del pintor.
Carmen Giménez evocó a Giralt como el inquieto viajero que fue. Contó como una breve estancia en Holanda a finales de los sesenta le permitió entrar en contacto con el grupo CoBrA y comenzar a definir un lenguaje pictórico más permeable a la nueva interpretación de la figuración que caracterizaría su obra en las décadas siguientes. "Nunca para. No deja de atravesar crisis y viajar. Fue a París a Ámsterdam, a Estados Unidos e Inglaterra para empaparse del pop, para enriquecerse y recrearse en esos viajes y esas crisis", explica la comisaria.
La muestra abunda en la etapa final de Giralt, de los 90 hasta su muerte en 2007, cuando incorpora la abstracción, "sin abandonar del todo el elemento figurativo, presente en el constante uso del collage y de la palabra pintada». Introduce el cuadro dentro del cuadro, los juegos de palabras y caligrafías con mapas, estampas, fotos, imágenes publicitarias o retratos rescatados moviéndose entre la abstracción, la figuración y la expresividad gestual. Pero la exposición explora también los periodos anteriores, su ruptura con el informalismo a través de algunas obras sobre papel de los 70 que anticipan sus indagaciones posteriores. «La tensión entre figuración y abstracción es el dilema que define y atraviesa la carrera de Giralt. La superó mediante una síntesis personalísima de ambos lenguajes que resultó, a la postre, una negación de su diferencia", concluyen los comisarios.
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