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GONZALO DE BERCEO, PRIMERO POR AZAR

Hace 750 años que murió el primer poeta de quien los copistas decidieron conservar la firma e hicieron historia

DIEGO MARÍN A.

Sábado, 29 de agosto 2015, 22:41

Cuestión de suerte, quizá. Quién sabe por qué los copistas de la obra de Gonzalo de Berceo decidieron conservar su firma y así, probablemente sin pretenderlo, convertir a este autor en el primer poeta en lengua castellana. No porque nadie hubiera escrito antes sino porque, hasta entonces, todos los textos que se conservan son anónimos. La Asociación de Amigos de la Historia del Valle de San Millán Lamadriz celebró ayer una jornada sobre Gonzalo de Berceo, conmemorando que este año se cumplen 750 años de su muerte.

Miguel Ibáñez y Javier García Turza ofrecieron dos conferencias que llenaron el salón de actos del Ayuntamiento de Berceo. Y, en el descanso, se realizó una visita guiada al campanario de la Iglesia de Santa Eulalia de Mérida. Desde la torre se divisa San Millán de la Cogolla. Habitualmente, si no se es un experto en la materia, de Gonzalo de Berceo, como del vino de Rioja, se sabe poco y mal. No fue el primer poeta en lengua castellana, aunque sí es el primero que conocemos. A Gonzalo de Berceo se le reconoce, sobre todo, por la estrofa: «Quiero fer una prosa en román paladino.../bien valdra, commo creo, un vaso de bon vino». De ella hemos hecho bandera en La Rioja gracias a la unión, en cuatro versos, de nuestros dos elementos patrimoniales más importantes: la lengua castellana y el vino.

Pero, ¿quién fue Gonzalo, natural de Berceo? Poco se sabe, al margen de que escribiera mester de clerecía. Parece que fue sacerdote y que se formó en la Universidad de Palencia, donde se documentaban con un ejemplar del 'Alexandreis' de Gautier de Châtillon. Eso, unido a la cercanía de San Millán de la Cogolla (en cuyo monasterio ejerció de clérigo) con el Camino de Santiago, le otorgaron un llamativo conocimiento europeo sin viajar en su vida más allá de los Pirineos.

«Los milagros que escribió Gonzalo de Berceo coinciden, en un alto porcentaje, con dos colecciones escritas en las proximidades de Londres en anglo-normando, unos 80 años antes. También coinciden con una colección de milagros escritor por el francés Gautier», asegura el filólogo Miguel Ibáñez. Visto así, nuestro querido y admirado Gonzalo de Berceo parece un 'copión'. Y parece que lo fue. Pero eso no es malo, sólo ha cambiado la valoración del concepto. Antes un copista era como hoy un traductor. «Hoy copiar un libro supone un delito pero, entonces, el oficio de copista era muy afamado», explica Ibáñez.

Berceo escribió la vida de santos 'vecinos' como 'Poema de Santa Oria' (1156), nacida en Villavelayo; 'Vida de San Millán' (1230), también nacido en Berceo; 'Vida de Santo Domingo de Silos' (1236), nacido en Cañas; y 'El martirio de San Lorenzo' (1264). «Es un poeta local pero internacional porque San Millán era un foco de cultura», apuntilla Ibáñez. Realmente, el único milagro original de Berceo parece ser 'La iglesia robada'. «Utiliza el esquema amoroso-cortés para cantar a su dama, que es la Virgen, por influencia trobadoresca», detalla Miguel Ibáñez.

El historiador Javier García Turza aclara que «es importante deslindar a aquellos autores anónimos que no han pasado a la historia, no porque ellos quisieran, de aquellos que, por suerte o por desgracia, firmaron; en ese sentido, hay que decir que, claramente, Gonzalo de Berceo es el primer gran poeta en lengua castellana». Profeta en su tierra: «A mí me encanta leerlo, es infantil, hermoso y siempre inteligente». Aquella lengua empleada por Berceo ya no era latín sino lo que hoy conocemos como castellano antiguo, una consecuencia de la Reconquista.

«Que firmara es algo accidental, lo que tenemos son copias de las obras, por lo que el hecho de que aparezca el nombre del autor es voluntad de los copistas posteriores, por tanto, algo circunstancial», explica el historiador, uno de los mayores expertos en las glosas emilianenses junto a su hermano Justo. «Apenas hay autores, incluso en la alta Edad Media, que sientan especial interés por permanecer anónimos, sobre todo porque detrás de estas personas siempre hay un poder que les anima a escribir. En caso de Berceo, el monasterio».

Resulta inevitable pensar que San Millán quería tener a «la pluma más importante del entorno y que se supiera». Quizá por eso trascendió la autoría, como una marca. Junto con el hecho de que aquí conservemos las glosas, es «una coincidencia genial. Suerte, azar... a favor nuestro».

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