Jonás Sáinz
Lunes, 20 de julio 2015, 10:17
Aquí del maligno no queda ni rastro, a no ser un sol del demonio que arroja fuego sobre los campos. De Parpalinas, el yacimiento arqueológico de Pipaona de Ocón que conserva los restos de una villa de origen romano, se cuenta que san Millán practicó ... en ella un exorcismo a mediados del siglo VI. Pero quienes la limpian ahora, al cabo de quince siglos y mucha ruina, son los universitarios del campo de trabajo de la Universidad de La Rioja. Más allá de la leyenda, explica su director, el catedrático de Historia Antigua Urbano Espinosa, «enclaves como este ayudan a conocer mejor los llamados 'siglos oscuros', un borroso periodo de transición entre la Antigüedad y la Edad Media».
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Lo cierto es que el primer indicio de Parpalinas se debe a la tradición, al relato de la vida y milagros de san Millán que hace el obispo Braulio de Zaragoza hacia el año 630, medio siglo después de la muerte del eremita: «Habíase apoderado un demonio insoportable y revoltoso de la casa del senador Honorio (...) hacía mil suciedades y torpezas (...) metía en las viandas porquerías y huesos de animales muertos (...) cogía los vestidos de hombres y mujeres y los colgaba del techo, como si fueran trapos sucios». Mandado llamar el santo varón, que vivía retirado en su oratorio de los montes del Cárdenas, «cuando llegó a , pues allí sucedía el caso, vio que era cierto...»
Además de las fuentes literarias, se contaba con valiosa información procedente de hallazgos casuales en los años 70, cuando, al abrir caminos vecinales, aparecieron inhumaciones y un sarcófago. Con estos indicios, el programa de intervención arqueológica se inició en el 2005. Hasta el 2008 se trabajó en el área de la necrópolis, extremo meridional del yacimiento. Las excavaciones han sacado ya a la luz los restos de dos templos superpuestos y de una 'domus', donde se trabaja actualmente, con una cronología que va hasta el VIII. Durante ese periodo Parpalinas fue el centro activo de un dominio territorial ubicado entre Calagurris y Vareia que logró mantener a lo largo del tiempo su originario modelo de asentamiento tipo villa.
Lista para su publicación
«Parpalinas -explica Espinosa- es una villa romana, un enclave rural con gran extensión de terreno alrededor de la domus, la vivienda principal, con otras edificaciones en su entorno. Esta villa comenzó a habitarse desde el siglo II d. C. y continuó sin interrupción hasta después de la invasión musulmana. Ha pasado muchas etapas y la que conocemos mejor es la que se inició en el siglo IV, que es cuando se construyó la enorme casa que ahora estamos excavando».
Con independencia del aspecto milagroso, añade, «lo importante es que estamos en la casa que visitó san Millán desde su oratorio en los montes de Berceo y excavar esta casa nos está permitiendo completar muchos datos sobre cómo era la cultura, lo ajuares materiales, las formas sociales, etcétera, en la época en que vivió san Millán».
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«Este año nos estamos centrando en despejar dos interrogantes en relación con la planta completa de la vivienda. Por una parte, ver cómo se articula cronológicamente, con una bodega pegada a la pared norte. Y, en segundo lugar, ver cómo se cerraba la planta por el lado sur. Con ello se puede decir que la domus, la casa noble de Parpalinas queda ya lista para su estudio y publicación científica».
Es la undécima y, según el director de las excavaciones, última campaña en Parpalinas con el apoyo del Instituto Riojano de la Juventud y la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja, del Ayuntamiento de Ocón y de la Universidad de La Rioja, dentro de sus cursos de verano. «Espero -indica Espinosa- que este apoyo continúe en años próximos pero ya dedicado a otros objetivos del patrimonio histórico y cultural, porque el proceso de investigación en Parpalinas lo estamos completando».
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Gracias a estos trabajos, cada vez se va conociendo mejor el pasado más remoto de nuestra propia tierra. Casi más difícil resulta adivinar cuál será el futuro de esos vestigios. En el caso de la otra fase del yacimiento, la que ocupa la iglesia tardoantigua, hoy en día, a falta de presupuesto, vuelve a yacer bajo un manto protector de tierra a la espera de mejores tiempos para la consolidación de las ruinas y, como dicen los políticos, su puesta en valor. Cuestión de dinero.
Antiguamente bastaba con la fe y un santo como Millán: «Y al tercer día, cumplido el ayuno que había prescrito, bendice la sal y la mezcla en el agua (...) entonces el enemigo salió precipitadamente de lo más escondido de la casa (...) y vomitando llamas con hedor muy repugnante, se fue al desierto y así los moradores de la casa quedaron gozosos».
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