Secciones
Servicios
Destacamos
Miguel Lorenci
Lunes, 8 de junio 2015, 13:39
El titán del arte contemporáneo muestra el poderío y el vigor de su músculo creativo. Jeff Koons (York, Pensilvania, 1955), el artista vivo más cotizado, el más envidiado, admirado y vilipendiado, aterriza en el Guggenheim de Bilbao con su halo de Midas del arte. Este ... elegante rey del 'power pop' que convierte en oro vinilos, óleos, esculturas de acero, porcelana, aluminio o yeso, repasa cuatro décadas de carrera ascendente en la catedral de titanio de Gehry. Un santuario del arte de vanguardia 'vigilado' por una de sus creaciones más legendarias, 'Puppy', el perro floreado de 12 metros de altura que se reencuentra con su controvertido creador.
Llamada a ser histórica, la exposición reúne 95 obras de un creador tan elogiado como denostado. Recorre la carrera del heredero mas productivo y avispado de Duchamp, Dalí y Warhol para unos, un caradura para otros. Genial para todos. Cuenta el ascenso de un antiguo broker que pasó de vender chocolatinas y celofán de puerta en puerta a hacer malabarismos financieros en Wall Street, asaltar los cielos del arte contemporáneo y hacerse con el cetro del mercado cumplidos los cincuenta.
Desde 1997, 'Puppy' da la bienvenida a los visitantes del Guggenheim bilbaíno. El fiel y floreado perro guardián de la casa de titanio del Nervión costó algo mas de un millón de euros. Hoy se pagarían más de 50 millones si se pusiera a la venta, según algunos cálculos conservadores. Algo que los bilbaínos no permitirían. Y es que, si con el tortuoso edificio de Gehry hubo sector crítico, con el perro florido el amor es unánime y ha hecho de él un icono de la ciudad.
El monumental cachorro de raza West Highland White Terrier lucía esplendoroso y recién replantado para recibir a su creador. Es una de las obras más icónicas y queridas de Koons, que, sin embargo, vivió como un fracaso su primera tentativa. Se instaló en una primera versión efímera de madera en 1992 en el patio del castillo de los Waldeck, en la ciudad alemana de Bad Arolsen, cerca de Kassel y su bienal. Era un versión de once metros que se desmontó tras la bienal. "La primera vez los ingenieros no pudieron seguir mis pautas. Luego se sometió a un proceso de ingeniería y se logró. Me alegra mucho que sedujera al público de Bilbao como ya lo hizo en 1992", dice su autor.
Koons creó la versión con estructura de acero para el Arte Contemporáneo de Sídney. En 1997 lo adquirida el Guggenheim bilbaíno y lo emplazada de manera definitiva ante un edificio "que hubiera devorado cualquier otra pieza" según Lucía Agirre. Es clave su floración, "que implica un crecimiento anárquico que hace de la obra algo vivo y remite al poder de la vida y su dimensión espiritual".
Tiene ante sí el reto de convertirse en la exposición más visitada en la corta historia del museo bilbaíno. Ha estado a punto de lograrlo en el Pompidou de París, donde la retrospectiva de este mago del pop y kitsch ha sido, con más 650.000 visitantes, la segunda más vista de su historia, superado solo por Dalí, uno de sus referentes. En Nueva York se vio en el Whitney Museum con récord como la mayor retrospectiva para un único artista.
Scott Rothkopf, director asociado del Whitney y Lucía Agirre, del Guggenheim son los comisarios de una muestra que con patrocinio de la Fundación BBVA desentraña las claves del efectista arte de Jeff Koons. "Es coherente, sorpresivo e innovador", apunta Agirre.
En 3.500 metros cuadrados se despliegan sus icónicas obras, sus tempranos vinilos inflables, sus aspiradoras encajonadas en plexiglás, su 'pornográfica' serie 'Made in Heaven' con su ex y musa porno Cicciolina, sus tulipanes y perritos de acero pulido, su escultura de porcelana y oro con Michael Jackson y su monito Bubbles, el conejo 'hinchable' de acero de 1986, marca de la casa, su órgano 'Hulk Elvis' de aluminio 'hinchable' y sonoro su no menos icónico 'Popeye' (léase también 'ojo del pop') de 2011 o su portada para un disco de Lady Gaga.
'Juguetes' carísimos
Uno de eso perritos hinchables, tres metros de acero anaranjado, 'Ballon dog (orange)' se vendía por 52,3 millones de euros hace dos años. Lo atesora un coleccionista privado, como el medio centenar que han prestado los carísimos 'juguetes' de Koons, encaramado a la trinidad del 'pop-power' con Damien Hirts y Takashi Murakami.
Para Koons su obra "una reflexión sobre lo eterno y lo efimero" en la que se guía "por la mirada intuitiva que observa el ambiente, reflexiona y avanza, que es lo que me interersa" ."Nunca mi obra se ha visto con más elegancia que en Bilbao y nunca su escala ha funcionado con tanta generosidad", se ufana el creador de 'Puppy'. "Se ve la fuerza bruta de un artista joven, mezcla de química y cabeza, y la obra madura con el mismo impulso del intelecto detrás". "Es la instalación más increíble de mi vida y evidencia que un gran artista mejora", dice Koons sin un ápice de modestia.
"Los críticos han apoyado mucho mi trabajo. Y eso que pedí su eliminación, acabar con los juicios. Estoy entusiasmado. El espectador siempre acaba la obra de arte y tiene la última palabra", dice el artista. Su inconfundible y controvertida obra juega con los códigos de la publicidad y el pop, es capaz de alternar el kitsch con lo más sublime y delicado, moviéndose a menudo en el filo de navaja, entre la pornografía y el misticismo, entre el respeto a la tradición que fagocita y la provocación que tan bien rentabiliza.
La muestra evidencia cómo la obra de Koons se construye en un permanente juego de elementos antagónicos: vida y muerte, pasado y presente, sexualidad e inocencia, lujo y austeridad, eterno y efímero, femenino y masculino, público y privado, industrial y artesano.
Son dualidades expresadas con su poderosa iconografía y con el uso paradójico de materiales -blando duro, ligero pesado- que acentúan con los acabados preciosistas. Los logra con la ayuda de su estudio, una factoría en la que trabajan casi 200 personas y tecnología propia de la NASA o el MIT.
Un trabajo fácilmente reconocible, seductor para el gran público y los medios, que bebe sin disimulo de fuentes tan poderosas como el surrealismo, el pop y el dadaísmo. Que no duda en entrar en el terreno de la publicidad y el apropiamiento de ideas hasta la frontera del plagio.
El Guggenheim resume en una de todas las exposiciones de Koons desde un inicios en los setenta, una sucesión de bandazos, sorpresas e inesperadas propuestas que siempre ha captado la atención de la crítica, ya fuera para condenarlo o glorificarlo, que ha seducido al público y ha conquistado al mercado.
Es la primera vez que se ofrece en España una visión tan exhaustiva de la obra de un artista polémico y autosatisfecho, que asegura que su obra demuestra el aprecio por el mundo que nos rodea y que él mismo defiende como "la afirmación del ser a través del arte" y una exhortación "a vivir y a percibir el mundo como si se tratara de nuestro primer día".
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.