Flamenco. 'El Brujo', en una imagen de 'El testigo'. ::

El Brujo salda dos deudas por bulerías

Rafael Álvarez se suma al aniversario del Teatro Bretón con 'El testigo', un elogio al artista flamenco, en el Salón de Columnas

J. SAINZ

Miércoles, 27 de mayo 2015, 01:00

«Es una deuda antigua», confiesa el Brujo. Pero en realidad son dos, dos deudas las que se dispone a saldar esta noche el gran Rafael Álvarez en Logroño. La primera es de índole local y tiene que ver con el Teatro Bretón, al que ... el actor acude regularmente con sus espectáculos de gran formato, siempre con público fiel y agradecido. Esta vez, en cambio, lo hace en la distancia corta y aforo reducido; algo especial para una ocasión especial, el 25º aniversario. Desde que conoce el teatro logroñés, y de eso hace ya mucho, ha sentido curiosidad por ese espacio que sirve de salida de emergencia, de entrada de portes y, además, de escenario secundario. Es verdad que tiene algo como de cuarta pared, como de armario mágico, como de escondrijo secreto. «Algún día tendré que actuar yo aquí», le diría Rafael a Jorge Quirante. «Cuando usted quiera, maestro», le contestaría el director del teatro.

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LA FUNCIÓN

  • u'El testigo'

  • uAutor Fernando Quiñones

  • uAdaptación, dirección e interpretación Rafael Álvarez 'El Brujo'

  • uSalón de Columnas del Bretón, 21.30 h.

  • u25º Aniversario del Teatro Bretón

Pues dicho y hecho; hoy es el día. El Brujo, que ya estuvo en el Festival de Teatro con su fantástica 'Odisea', representa hoy en el salón de Columnas del Bretón (a las 21.30 h.) 'El testigo', un espectáculo basado en el relato del poeta gaditano Fernando Quiñones (1930-1998) sobre la vida y muerte de un imaginario cantaor flamenco, Miguel Pantalón. Rafael Álvarez se mete en la piel y en la garganta de un amigo suyo, compañero eterno de tabernas y juergas, para contar y casi cantar la vida de alguien que tanto puede ser el príncipe flamenco como un gitano cualquiera. Todo depende del testigo.

Y he aquí la segunda de la deudas. Cuenta el Brujo (Lucena, Córdoba, 1950) que fue Quiñones quien le bautizó «rapsoda» en Madrid y le vinculó a una herencia anterior que él había mamado en su Andalucía natal: «Conocí a Fernando Quiñones en los años setenta. Daba unos recitales de cante y poesía acompañado a la guitarra por otro gran poeta de su generación: Félix Grande. Me invitaron a recitar con ellos unos poemas. Eran poetas andaluces contemporáneos suyos, entre los que recuerdo especialmente a Pedro García Baena. El acto fue en el colegio mayor San Juan Evangelista. Quiñones me bautizó después y me presentó al público diciendo: es una rapsoda. Los cantaores flamencos son rapsodas y Fernando Quiñones era poeta y rapsoda».

La voz y la deuda

Que el Brujo haga ahora este espectáculo, en mitad de otros siete que tiene actualmente en cartel, se debe a ese recuerdo y a todo lo que hay detrás de él. «Quiñones era un hombre especial -sigue-. Su físico era chocante: ni guapo ni feo. Raro. Su voz todavía la recuerdo. Cierro los ojos leyendo el texto de 'El testigo' y puedo oírla. Cuando leí por primera vez 'El testigo' oí . Me ocurrió hace años cuando hice 'La taberna fantástica'. Y nunca más. Ese es el motivo real por el cual yo estoy involucrado en este trabajo. Además, es una deuda antigua. El flamenco fue para mí un ritual de iniciación al arte y fue un método secreto para ganar seguridad cuando comencé a trabajar en el teatro. A los tonos y a los gritos del cante yo les debo mucho como actor. Mi voz se permeó de todo ello, como de todo lo que oí en mi infancia en Andalucía».

Todavía suena todo eso en la memoria de Rafael como las campanas de la iglesia de su pueblo. «Al misterio que encierra el cante jondo le debo más, pero eso no puedo explicarlo aquí. Tengo que hacerlo en el escenario, con el texto de Fernando Quiñones. A lo largo de dos meses de ensayo he ido descubriendo cada vez más matices y sabiduría poética, y sentido del ritmo, y de la medida, y delicadeza, en este aparente costumbrismo que encubre, algo más que está debajo de la fachada: el conocimiento profundo y el estilo de un grandísimo escritor. No me extraña en absoluto que Borges le apreciara sobremanera».

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Y un últimas reflexión antes de saltar a ese pequeño gran escenario del Bretón de Columnas: «Espero estar a la altura de las circunstancia. Vengo aquí con el respeto y la reverencia que me inspiran tanto el cante como la maestría literaria de un hombre que supo transmutar su devoción por el cante en filosofía, poesía y gracia. Cuando Francisco Ortuño me dijo que este texto era la elevación del flamenco a la categoría de pensamiento yo no sabía lo que estaba diciendo. Aunque la frase me gustó. Por quedar bien le dije: Por supuesto. Y me quedé pensando... pero de verdad que no lo sabía. Hoy, después de haber estudiado 'El testigo', yo puedo asegurar que el cante ya es en sí mismo pensamiento».

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