Miguel Lorenci
Miércoles, 22 de abril 2015, 21:52
El trabajo sobre un mundo rural que se pierde le valió a Rafael Sanz Lobato, fotógrafo fallecido este miércoles con 82 años a consecuencia del cáncer de pulmón, el Premio Nacional de Fotografía en 2011. Su método de observación antropológica y un enfoque documental que ... actualizó el lenguaje fotográfico influyó en el fotoperiodismo contemporáneo y en colegas como Cristina García Rodero. La obra del fotógrafo sevillano tendió puentes entre la nueva vanguardia neorrealista de la posguerra y los métodos de observación fotográfica posteriores al 68.
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El jurado que le otorgó el Premio Nacional reconocía en 2011 que su trabajo no había tenido aún el reconocimiento que merece. Y eso que en 2003 había recibido la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes por el conjunto de su obra documental antropológica.
El tema central de la obra de Sanz Lobato es la transformación del mundo rural tradicional y las culturas populares, que enlaza con el problema del neorrealismo, pero en una época en que su trabajo se despliega como la memoria de un mundo que desaparece.
Nacido en Sevilla en 1932, Rafael Sanz Lobato ingresó en 1964 en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Un año más tarde creó junto a diversos fotógrafos el grupo La Colmena. Tras la desaparición del grupo se involucró en la formación del Grupo 5. Desde sus comienzos desarrolló una fotografía centrada en escenas costumbristas del campo, las ciudades de las provincias, las tradiciones festivas y el retrato.
Su s obra documental y antropológico, se desarrolla entre 1952 y 1972. Destacan sus series A Rapa das Bestas (Pontevedra, 1970-1975), Bercianos de Aliste (Zamora, 1971), La Caballada de Atienza (Guadalajara, 1970) o Auto Sacramental de Camuñas (Toledo, 1969-1970).
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A los 45 años se convirtió en fotógrafo profesional, dedicándose en exclusiva durante varios años a la publicidad y a la fotografía por encargo. Con el apoyo de su amigo Jessi Fernández rescató su faceta creativa y empezó a colaborar con representantes de las nuevas generaciones como Alberto García-Alix o Chema Conesa.
Representaba a una generación puente entre los 50 y los 70 cuya visibilidad fue relativamente menor en la cultura fotográfica española, precisamente por coincidir con un cambio de época histórica y política. Sanz Lobato se mantuvo fiel a un método de trabajo a lo largo de su trayectoria de más de treinta años y el conjunto de su trabajo mantiene una gran coherencia y solidez.
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