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JULIÁN MÉNDEZ
Jueves, 16 de abril 2015, 01:14
Más de uno apagó la tele por pura vergüenza ajena. Alberto Sempere, un tierno estudiante de primero de Medicina de 18 años, balbuceaba tratando de explicar al mundo las razones que le habían llevado a presentar ante el jurado de 'MasterChef' su plato, bautizado como 'León come gamba'. Por vez primera, acababa de ganarse la fulminante expulsión en este concurso que transita ya sin excusas por las escabrosas pendientes de los 'reality' más tremebundos.
«Esto es un insulto a mi inteligencia, al jurado y a las 15.000 personas que se han quedado fuera en esta edición», le espetó con su cara de manchego antiguo Pepe Rodríguez, que había intentado partir sin éxito la patata cocida preparada por el pelirrojo y melifluo aspirante a chef. Jordi Cruz acabó de crucificarlo con una sentencia implacable: «Una marranada como ésta es una mofa a nuestro oficio, nene. Una burla... Ningún cocinero en 'MasterChef Junior' ha tenido narices de hacer algo así». A esas alturas, Alberto Sempere, humillado, era ya un mar de lágrimas, que no sabía dónde meterse.
En sus ganas de demostrar su «carácter» y su capacidad para llegar a ser un cocinero trasgresor, Sempere, un chaval de ademanes delicados y voz meliflua, «perfeccionista» y obsesionado por la limpieza hasta el punto de llevar siempre consigo un pequeño frasco con desinfectante, cruzó la delicada línea que separa la originalidad del ridículo. Un trozo de patata para remedar una cabeza de león, dos granos de pimienta por ojos y unos hilos de azafrán por bigotes, con tiras de pimiento por melena, lograron alterar los ánimos de los jueces de la tercera edición de 'MasterChef'.
En las redes sociales, el esperpento culinario corrió como la pólvora. Antonio Martínez Ron sugirió que el mundo de la cocina había encontrado su propio ecce homo, esta vez en un plató, no en la iglesia de Borja. La imagen ha dado ya la vuelta al mundo y, el fracasado plato, se convirtió ayer en fenómeno viral. Ya hay hasta chapas a la venta.
Entretanto, Sempere buscaba consuelo en los brazos de Eva González y de Samantha Vallejo-Nágera, mientras prometía, deshecho en lágrimas, que no volvería a cocinar más. «¿Pero tú no querías aprovechar el programa para declararte a una chica?», le preguntaron. «Me voy a esconder en un pozo y no voy a salir en un año», replicó el joven, un espíritu dulce y sentimental en periodo de formación.
Las lágrimas parecen ser uno de los condimimentos predilectos en la tercera edición del concurso de La Primera. Lloros que aparecen cada dos por tres en la cara de Pablo, un campeón de jiu jitsu, y que hacen olvidar hitos como los tres platos de altísima cocina elaborados en directo con mero por el chef Quique Dacosta, las granjas de atún rojo de los Balfegó en L'Ametla de Mar o la apertura del restaurante Abac de Jordi Cruz a un almuerzo con Andreu Buenafuente, Custo Dalmau, Judith Mascó, Carles Puyol o El Tricicle como invitados. 'León come gamba' los devoró a todos.
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