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Una mujer visita la primera gran retrospectiva del pintor fauvista en el museo madrileño
Raoul Dufy, más allá del placer

Raoul Dufy, más allá del placer

El Thyssen reivindica la profundidad de un pintor olvidado y mal etiquetado como frívolo y ligero

Miguel Lorenci

Martes, 17 de febrero 2015, 00:54

«Dufy es el placer». Esta lapidaria frase de Gertrude Stein encasilló, casi sin remedio, a Raoul Dufy (1877-1953) y su pintura. Es cierto que la explosión de luz y color, la alegría de vivir y el hedonismo están en la esencia de este gran pintor francés etiquetado como fauvista pero que coqueteó con el impresionismo, contribuyó a la fundación del cubismo y cambió las artes decorativas con sus telas y cerámicas. Olvidado durante décadas y tenido erróneamente por un artista frívolo, superficial y ligero, el Museo Thyssen-Bornemisza reivindica ahora la profundidad de su obra, tan rica como versátil, y su talante melancólico, reflexivo e introspectivo.

El museo ofrece hasta mayo la primera gran retrospectiva que se dedica a Dufy en España en los últimos 25 años. Ha logrado reunir casi un centenar de piezas -más de un tercio procedentes del centro Pompidou de París- para recorrer su larga y variada aventura creativa, desde sus inicios en el fauvismo como heredero de impresionismo, pasando por una etapa constructivista y casi cubista, hasta su dedicación a la decoración de telas y cerámicas, su madurez -'La luz de los colores' se titula este apartado- y su indagación final sobre el deslumbramiento del color negro.

«Dufy ha sido víctima de la erosión del tiempo, que olvidó a un pintor tan famoso en su día como Modigliani, Chagall, Braque o Derain» apunta Guillermo Solana, director del Thyssen quien lamenta que «la etiqueta de gozoso y placentero pudiera más que sus pinturas». Como las cuatro telas que atesora la colección de Carmen Cervera, quien negocia una nueva prórroga de la cesión de su colección al Estado. «Estamos hablando y pronto se sabrá», dijo.

Juan Ángel López-Manzanares, comisario de la muestra, ha optado por ordenar cronológicamente sus 93 piezas en cuatro apartados. Su propuesta trata de demostrar que Dufy fue «un pintor independiente» que a pesar de las etiquetas «nunca dejó de renovarse para hallar su camino».

También que la presunta ligereza de su singular obra «no está reñida con la profundidad de un creador que no siempre se dejó llevar de un optimismo y un hedonismo mal entendidos».

Y es que los críticos asumieron, quizá literalmente, una sentencia del propio pintor: «La vida no me ha sonreído siempre, pero yo he sonreído a la vida». Dufy lo dijo, en efecto, «pero también creía, como La Rochefoucauld, que al sol y la muerte no se les puede mirar de frente», recuerda el comisario.

Al alza en el mercado

López-Manzanares quiere demostrar que el Dufy que hoy gana crédito y cotización en el mercado y afianza su apreciación crítica «fue un creador muy dotado, un gran dibujante, un excelso conocedor del color y de los medios técnicos». Tanto, que trabajó codo a codo con químicos en busca de nuevas texturas y posibilidades para el óleo «hasta ser capaz de utilizarlo como si fuera acuarela, algo fuera del alcance de sus coetáneos».

Aunque que la alegría y ligereza que trasmiten muchas de sus telas indujera a etiquetarlas como frívolas, la persecución de un estilo personal, a raíz de una indagación e clásicos como Claudio de Lorena, fue el motor «de un pintor muy serio e introspectivo». Fruto de esa investigación es la disociación del color y del contorno, un atrevimiento «que da prueba de su inusual nivel de libertad y de la lenta gestación de su personal lenguaje».

La mayoría de las piezas, cedidas por grandes museos y colecciones públicas y privadas, no se habían visto en España. El comisario destaca la importancia de sus grabados, muy poco expuestos, y en especial de la serie que ilustró el 'Bestiario o Cortejo de Orfeo' de Guillaume Apollinaire, obra pionera en el género de los libros de artista.

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