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Jonás Sáinz
Sábado, 29 de noviembre 2014, 21:13
La iglesia calagurritana de San Andrés, con su portada gótica y su retablo rococó, guarda una sorpresa con mucho significado: en su coro, en el último tramo de la nave central, destaca un cuadro de la Inmaculada atribuido a la escuela de Ribera. Al contemplarlo hoy, el visitante puede admirar el gusto italiano y la elegancia del Españoleto, pero nada le hará imaginar que hace 25 años ese mismo cuadro se encontraba en un estado lamentable, semioculto y cubierto de porquería. El experto en patrimonio artístico Francisco Fernández Pardo lo descubrió casualmente en 1993. El lienzo estaba entonces lleno de excrementos de murciélago, con evidente riesgo para su integridad, pero el investigador riojano enseguida advirtió su autoría y algo en su interior se removió.
Solo un año antes, el Prado y también el Museo Nazionale di Capodimonte de Nápoles habían conmemorado el cuarto centenario de José de Ribera con sendas exposiciones antológicas que reunieron obras de procedencia española, italiana y de medio mundo. Muchas fueron restauradas expresamente para la ocasión, entre ellas la famosa Inmaculada de las agustinas de Monterrey, en Salamanca, que salió por vez primera de su iglesia. Allí estaba, en cambio, esta otra Inmaculada de Calahorra, víctima de los murciélagos y la desidia de sus custodios. Su descubridor consultó a Alfonso Pérez Sánchez, director honorario del Prado y comisario de la antológica española sobre Ribera, quien corroboró su primera intuición y, poco después, el cuadro salía del templo para ser restaurado en un taller de San Sebastián. «Costó un millón de pesetas limpiarlo y restaurarlo sin coste para la Comunidad», recuerda Fernández Pardo, y pronto regresó a su antiguo emplazamiento con esplendor renovado. Tal y como se contempla hoy en día.
La Inmaculada de la iglesia de San Andrés es solo un ejemplo del patrimonio artístico riojano recuperado y puesto en valor con la mediación de Francisco Fernández Pardo, toda una autoridad en patrimonio desaparecido, pero también un agente comprometido con su recuperación. Lleva veinticinco años dedicado a ambas tareas: la primera se condensa en su obra enciclopédica 'Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español', de la cual está a punto de aparecer el sexto volumen; la segunda, la referida a recuperar y divulgar, está ligada a alguna de las intervenciones y exposiciones más importantes de los últimos años sobre los tesoros artísticos de La Rioja.
Tras la restauración de la Inmaculada de Calahorra, en 1995 Fernández Pardo comisarió la exposición del retablo de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, obra de Damián Forment, cuyos conjuntos escultóricos, una vez restaurados, se exhibieron en salas de Valencia, Zaragoza y Logroño. El escultor renacentista Forment dejó en la catedral calceatense una de sus más grandiosas obras, la del retablo mayor, actualmente en el crucero norte del templo, y uno de los mayores tesoros artísticos de esta tierra, máximo exponente del «extraordinario esplendor alcanzado por la estatuaria religiosa durante el siglo XVI en La Rioja y su entorno».
También en aquel año, se encargó de recopilar la obra del pintor riojano Juan Fernández de Navarrete, para su recuperación y exhibición en exposiciones en El Escorial, Zaragoza y Logroño, de la mano de Cultural Rioja. También renacentista, aunque supuso un punto de partida fundamental en el desarrollo del Barroco español, Navarrete 'el Mudo' fue pintor de Felipe II y la mayor parte de su obra se conserva en El Escorial. «El infortunio de su legado artístico», como lamenta Fernández Pardo, también afecta a su tierra natal: «Con motivo de aquella exposición histórica -recuerda- el Gobierno de La Rioja tuvo la oportunidad de adquirir un autorretrato de Navarrete por cinco millones de pesetas, pero rehusó y ahora se ha perdido».
De igual modo, en 1996 participó en el hallazgo y restauración de los cobres flamencos del siglo XVII «desperdigados y casi perdidos en La Rioja y el Norte de España», con exposiciones en varias capitales de la zona. Y en 1999, intervino en «la localización, rescate y restauración de las tablas flamencas existentes en el Camino de Santiago», realizando exposiciones en Bruselas, León, Palencia, Logroño y Santo Domingo de la Calzada, entre otros lugares.
Más recientemente, en el 2006, ha intervenido en el «rescate y difusión del notable retablo mayor de la Imperial Iglesia de Palacio» (Logroño), obra del escultor Arnao de Bruselas, cuyos conjuntos se exhibieron en Sevilla, Córdoba, León, Valladolid, en la Real Academia de San Fernando y también en el claustro del propio templo logroñés antes de reponerse en su lugar, en el altar mayor.
Aquel hallazgo de la Inmaculada cubierta de excrementos fue el punto de partida para Fernández Pardo. La paradoja de ese símbolo de la pureza manchado de porquería ilustra también lo que durante decenas, incluso siglos, ocurrió con el patrimonio artístico: una obra de arte echada a perder por la desidia. He aquí algunos ejemplos de cómo cambiar las cosas.
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