'Días felices en el infierno'

. El prisionero de un campo de trabajos forzados húngaro durante el régimen soviético estalinista sopesa, antes de morir qué mensaje dejar escrito: 'Los nazis hacían jabón con sus enemigos, los comunistas fabrican terror' o bien 'He sido asesinado por impostores e inquisidores cínicos al servicio de un régimen irracional'. Finalmente se decanta por una declaración simple y sincera: 'Soy inocente'.

'Días felices en el infierno', la obra maestra del poeta, periodista, traductor y de las letras húngaras del siglo XX György Faludy (Budapest, 1910- 2006), acaba de ser publicada en español por las editoriales riojanas Pepitas de Calabaza y Fulgencio Pimentel. Alfonso Martínez Galilea, responsable de la edición y de la traducción a partir de las versiones francesa e inglesa de los años sesenta, presentó el libro ayer en Logroño.

«Es el relato trepidante de quince años de la biografía del autor, que comprenden desde su huida de Hungría (perseguido por el gobierno filonazi), a finales de 1938, hasta su salida del campo de trabajos forzados de Recsk, donde había sido internado en 1949, entre los miles de detenidos a raíz del proceso a Lazsló Rajk, que fue el bautismo de sangre del estalinismo húngaro».

Más que por «la naturaleza dramática o directamente trágica» de su historia, la obra destaca por «la actitud vitalista, desinhibida e irónica con que el narrador afronta los acontecimientos más complejos y las situaciones más deprimentes».

«Más allá de su interés histórico, como crónica documental del 'socialismo real' y como texto pionero de la 'literatura del Gulag', el libro es el testimonio de una curiosa e irrepetible aventura intelectual, aparte de contener elementos de todos los géneros y subgéneros literarios. La poesía, la economía política, el erotismo, la historia antigua, el humor, las aventuras, los sueños, el espionaje y el horror se dan cita en ella para componer un relato animado y vivo, poblado de personajes inolvidables y de episodios insólitos, que frecuentemente ponen a prueba nuestra credulidad o nuestra capacidad de sorpresa, y que confluyen para dar cuerpo de obra maestra a esa celebración del triunfo del espíritu humano».