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Casimiro Somalo
Domingo, 25 de mayo 2014, 00:21
Allá por el año 890 datan la primera referencia del monasterio de Valvanera. De las de verdad. Al margen de cuentos y leyendas. Pero desde entonces a esta parte, el monasterio ha sufrido todos los avatares de la historia, desde incendios, expolios, desamortizaciones y saqueos ... u otros atropellos propios de aquel refrán «piensa el fraile que todos son de aire». Pese a todo, en Valvanera ha sobrevivido una biblioteca en la que se pueden encontrar algunas joyas espléndidas como el Códice Esmaragdo (954 d. de C.), el Becerro de Valvanera, la Historia Latina, el Índice de Madrid u otros como la 'Quincuaginta symbola', un precioso ejemplar sobre las Edades del Mundo lleno de dibujos y mapas sorprendentes, la Biblia de Valvanera y una importante colección de sellos reales desde 1035.
La biblioteca clásica de Valvanera tiene 7.121 volúmenes numerados anteriores a 1900. Además de otros 7.800 libros y fascículos periódicos.
Como suele suceder en las bibliotecas monacales, los libros abarcan toda suerte de campos y materias (biblias, teología, catecismos, tratados de homilética, vidas de santos, historia universal y de la Iglesia, filosofía, literatura, teatro, tratados de medicina y farmacia, de física, química o biografías).
En el proceso de catalogación aparecieron ejemplares de interés como un tratado de construcción de órganos y, por supuesto, otros sobre apicultura. Valvanera es la Virgen de la miel, la patrona de los apicultores. Hay constancia de que los primitivos monjes vivían de la miel.
«En la biblioteca», señala el prior Jesús Martínez de Toda, «hay casi 100 volúmenes calificados como raros e incunables. Entre los raros destaca el Floretus del abad San Bernardo del monasterio de Claraval». Y por recordar algunas curiosidades, en la catedral de Calahorra se conserva la Crónica escrita por Cárdenas, el que fuera secretario de Isabel la Católica en la que cuenta la visita de la reina al monasterio en 1487.
El Códice Esmaragdo y el Becerro visigótico son dos piezas singulares de la biblioteca monacal. El primero data del año 954. Reinaba Ordoño en León y el conde Fernán González en Castilla. «Tiene una letra gótica, correcta y limpia», comenta el prior. Es un texto y comentario sobre la Regla de San Benito. El nombre le viene del comentarista de la Regla. «Más que en la antigüedad, el mérito», recuerda el religioso, «está en otros valores sobre la mayor o menor pureza con la que se presenta el texto de la Regla».
Entre otras curiosidades reseñables, como destacaba el prior de Valvanera, el Becerro monacal lleva el adjetivo 'visigótico' «porque el cuerpo principal del códice y que agrupa a todas las escrituras está escrito en letra visigótica decadente». Son 139 folios de grueso pergamino; mide 150 por 205 milímetros y fue restaurado en 2002 con motivo de la exposición 'La Rioja Tierra Abierta' en la edición celebrada en Calahorra.
Hay varios escribas firmantes como Belsaio, Estéfano, Gomesano, Gundemaro, Jacobo, Munio, Pedro y Sancio. Gundemaro dejó constancia de que fue el autor de dos páginas en 1081.
El Martirologio Antiguo se guardó en Valvanera hasta la exclaustración de 1833. El Padre Rubio aseguraba en 1750 que debía tener unos 500 años. Otros le daban 100 más. Hoy está desaparecido. El Índice o libro de reliquias es otro también perdido, igual que el Libro de Milagros desaparecido en el incendio de 1413, así como el Misal antiguo que, según Martínez de Toda, «era probablemente uno de los ricos misales del rito hispanomozárabe que perduró en España hasta que la reina Berenguela aceptara el rito latino a finales del siglo XI».
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