Retrato del doctor Corral, publicado por ‘La Ilustración’ tras su muerte.

La vida más íntima y personal de Isabel II

El riojano Tomás del Corral y Oña fue ginecólogo de la reina, una mujer rodeada de amoríos y escándalos de cama

Marcelino Izquierdo

Lunes, 14 de abril 2014, 13:47

El ginecólogo de Isabel II protagonizó en 1857 una peculiar anécdota. A punto de dar a luz al futuro Alfonso XII, la reina preguntó al médico si la criatura sería varón o hembra. «Varón», contestó el doctor sin dudarlo, y así fue. Tras el parto, ... y profundamente agradecida por el nacimiento de un varón, Isabel II lo nombró marqués del Real Acierto, título que el galeno rechazó argumentando que todo había sido una simple casualidad.

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Sin embargo, estaba la reina tan feliz con su primer hijo varón vivo que cambió el Marquesado del Real Acierto por el de Leiva, dado que en esa villa riojana había nacido el doctor. Pero se cruzó por medio la emperatriz de Francia, la española Eugenia de Montijo, quien ostentaba el Señorío de Leiva. La esposa de Napoleón III hizo llegar su indignación a la corte, acusando a Isabel II de ofrecer a su «comadrón o partero» un título del que ella era única propietaria. Finalmente, el ginecólogo recibió el título de marqués de San Gregorio, día en que nació Alfonso XII.

Pero... ¿quién era tan afortunado «comadrón o partero»?

'Los Borbones en pelota', obra satírica e ilustrada de los hermanos Bécquer

  • Tras la caída de la reina Isabel II y su exilio en Francia, los hermanos Bécquer el poeta Gustavo Adolfo Bécquer y el pintor Valeriano Domínguez Bécquer, firmaron bajo el seudónimo de SEM que también usaban en la revista Gil Blas más de un centenar de láminas satíricas, la mayoría procaces, eróticas e, incluso, pornográficas.

  • Son láminas pintadas a la acuarela, donde se caricaturiza a Isabel II en posturas indecentes, al igual que a otros personajes públicos de su reinado, todas ella descritas con textos preñados de sátira y mala leche. La obra se realizó durante el bienio 1868-1869.

  • El álbum, que lleva por título Los Borbones en pelota, no tuvo una edición real encuadernada en su época, sino que estuvo compuesto por 107 dibujos originales y separados en el tiempo, y una distribución clandestina.

  • De hecho, la obra en su conjunto fue redescubierta hacia 1986, si bien solamente han llegado hasta nuestros días 89 de las ilustraciones. El volumen Los Borbones en pelota fue publicado en 1991, con los estudios de Lee Fontanella, Robert Pageard y María Dolores Cabra Loredo. En el 2012, la catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia y premio Nacional de Historia 2011, Isabel Burdiel, encabezó una magnífica edición.

Tomás Eustaquio del Corral y Oña vio la luz en la localidad riojalteña de Leiva el 18 de septiembre de 1807. Siendo todavía muy joven, Corral se trasladó a Madrid para cursar Medicina, en cuya facultad impartió la docencia hasta que sacó la cátedra por oposición. En 1855 fue nombrado rector de la Universidad Central, a la que representó en el Senado durante tres legislaturas.

Gracias a una mente preclara y a un enorme bagaje académico, el galeno riojano demostró su brillantez en áreas de conocimiento tan dispares como la medicina, la filosofía o la literatura. Era tal su prestigio, que en 1854 Tomás del Corral fue designado primer médico de Cámara y, cuatro años más tarde, médico personal de Isabel II, a la que ya atendió en el parto de la infanta María Cristina.

Obligada a casarse

Desde que fuera obligada a contraer matrimonio con su primo Francisco de Asís que la rumorología motejaba como Paquita Natillas, dada su afectación y su presunta homosexualidad, la reina no había tenido suerte ni con su pareja ni con sus hijos. Luis de Borbón y Borbón (1849) nació muerto, Fernando (1850) falleció poco después de ver la luz y, para colmo de males, tras el nacimiento de María Isabel (1851), Isabel II fue acuchillada por el clérigo arnedano Martín Merino, que le causó heridas de pronóstico reservado.

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Tras el regicidio frustrado y su posterior recuperación, la reina volvió a quedarse embaraza, pero la infanta María Cristina (1854) falleció con tres días de vida y Francisco de Asís Leopoldo (1856) murió el mismo día del nacimiento. No es extraño, pues, que la Casa Real estallara de júbilo cuando llegó al mundo Alfonso de Borbón (1857), un varón deseado y, además, aparentemente sano. De hecho, años más tarde terminaría ciñendo la corona de España como Alfonso XII (1874-1885).

Corrió el rumor en la corte de que el auténtico padre del príncipe de Asturias no era el consorte Francisco de Asís sino Enrique Puigmoltó, capitán de Ingenieros, hecho que es aceptado por varios historiadores. Tal era así, que la aristocracia y el pueblo en general se referían a Alfonso con el apodo del Puigmoltejo.

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Una batería de amantes

Tomás del Corral, como ginecólogo de la reina, debió de tener mucho trabajo, y no sólo por los once partos de los que el riojano atendió ocho y por los numerosos abortos que la paciente sufrió. Y es que la vida amorosa de Isabel II estuvo repleta de aventuras esporádicas y de amantes, entre los que estaban según la rumorología el compositor Emilio Arrieta, Carlos Marfori, el comandante José María Ruiz de Arana conocido en el foro como el pollo Arana o el mencionado Puigmoltó. También a su esposo y rey consorte se le vincularon en la época numerosos amantes masculinos.

«Casada a los dieciséis años con su primo Francisco de Asís, a quien aborrecía, Isabel II tuvo en ese marido a su más ferviente enemigo, el espía de todos sus actos, el deslegitimador de sus derechos al trono», afirma Isabel Burdiel, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. Asegura Burdiel que «Isabel II no fue una ninfómana; simplemente estuvo mal casada», y añade: «Es cierto que tuvo muchos amantes, pero eso era lo habitual entre la aristocracia y la realeza de la época».

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Cuando estalló la Revolución de 1868, la reina huyó España y se exilió en Francia donde, años después, dejó de convivir con su esposo.

Así concluyó la etapa de Tomás del Corral como médico de Cámara y ginecólogo, que prosiguió una brillante carrera profesional e intelectual.

Corral ingresó en la Academia de Medicina, de la que llegaría a ser presidente, y también en la Academia de la Lengua, en la que ocupó el sillón de la letra M. El médico riojano falleció en Madrid el 14 de diciembre de 1882, y era tal su fama que La Ilustración Española y Americana le dedicó la portada con un gran retrato incluido en su memoria.

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