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Su caso supuso un escándalo en el Valle del Guadalhorce, donde E. era una persona muy conocida. Aparte de dirigir durante años un programa en la emisora municipal de radio en Álora, regentaba una tienda de golosinas en el pueblo. En 2007, el quiosquero fue ... detenido por realizar tocamientos a siete niñas, a las que daba pósteres y chucherías gratis a cambio de no revelar «su secreto».
La justicia lo condenó a 10 años de cárcel por aquel caso, pero sus hijos siguieron creyendo en su inocencia y confiaron más en la palabra de un padre que en la de un juez. Hasta que sus dos nietas denunciaron, también, los abusos a las que las sometía el abuelo, sobre el que ha recaído una nueva sentencia. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha confirmado los hechos, aunque le ha rebajado la pena de 11 años y medio a ocho años y nueve meses de prisión.
El pasado regresó en busca de E. en 2020. La nieta mayor se enteró por su novio de que su abuelo había sido condenado años antes por abusos sexuales a siete menores cuando residía en Álora. La joven, que ya tenía 20 años, buscó por Internet y encontró información del caso de la tienda de golosinas. Su madre, que es nuera del procesado, no le había contado nada anteriormente, pero le confirmó que era cierto. Y ella decidió que debía denunciarlo para «no prolongar su impunidad».
La nieta pequeña, que ya tenía 16 años, se enteró por su madre -que sí es hija del condenado- de la decisión de su prima de denunciar al abuelo. Hacía bastantes años que ellas habían cortado la relación con él porque a la cría no le gustaban los «juegos raros» del abuelo cuando iba a verlo al campo. Su madre intentó saber entonces de qué se trataba, pero la niña no quiso describirlos ni profundizar en lo que sucedía.
En aquella época, hubo una escena que provocó una fuerte discusión entre padre e hija y que supuso el fin de la relación entre ellos a cuenta de cómo se comportaba con la nieta. Según refleja el fallo del TSJA, la mujer sorprendió a su progenitor con la pequeña en brazos y observó que se resistía a soltarla. Cuando lo hizo y se apartó de ella, se dio cuenta de que llevaba la bragueta del pantalón bajada. Aun así, los abusos a la pequeña permanecieron ocultos hasta que su prima denunció. Entonces, ella se sinceró con su madre y le contó lo que le había ocurrido cuando era una niña.
La sentencia, que es recurrible en casación ante el Supremo, declara probado que E., después de salir de la cárcel por el primer caso, realizó tocamientos a su nieta mayor con la excusa de darle masajes con «ánimo libidinoso» para tratar sus «presuntas lesiones deportivas», ya que ella estaba en un equipo de voleibol. Los abusos comenzaron cuando ella tenía 14 años y se prolongaron hasta que cumplió 16.
En el caso de la pequeña, los hechos sucedieron en la casa de campo del condenado, donde recibía la visita de sus familiares, y en la que tenía instalada una piscina portátil. Según la resolución judicial, el hombre, que ahora tiene 77 años, solía meterse en el agua con su nieta y escondía dentro del bañador de la niña -o en el suyo propio- una pelota, una mandarina o un limón. El juego, los tocamientos, se producían con la excusa de encontrar el objeto.
La Sección Novena de la Audiencia Provincial condenó al procesado a cinco años y nueve meses de cárcel por cada uno de los delitos continuados de abusos sexuales sobre sus nietas. Además, le obligó a indemnizar con 6.000 euros a la menor, que sufrió ataques de pánico y terrores nocturnos durante un tiempo. La mayor renunció expresamente a la responsabilidad civil.
Ahora, tras el recurso de la defensa del procesado, el TSJA ha modificado parcialmente la sentencia. El alto tribunal andaluz ha confirmado los cinco años y nueve meses de prisión respecto a la menor de las dos nietas, pero ha reducido a tres años de cárcel la pena por los abusos a la mayor, dado que ésta tenía 14 años cuando sucedieron los hechos y se le ha aplicado una norma más benevolente.
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