Borrar
Patrulla de la Policía Nacional en Badajoz. HOY
El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón
Crónica negra

El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón

En Badajoz en 1987 un ladrón logró un botín de nueve millones de pesetas en tres golpes y, tras ser condenado, alegó que lo hizo obligado para alimentar a su familia

Natalia Reigadas

Badajoz

Sábado, 2 de diciembre 2023, 09:13

Procedí al atraco de los bancos citados porque ningunos escrúpulos mostraron ellos hacia mí cuando procedieron, con la ley a su lado, a quitarme lo que daba de comer a los míos y he de decir que de lo único que estoy arrepentido es del susto que en su día di a los señores empleados que fueron atracados por mí y, de paso, desde aquí pedir disculpas a estas personas, que pagaron lo que otros habían cometido». Este es un fragmento de una carta que un atracador de bancos condenado a 24 años de cárcel envió a HOY para pedir perdón.

Esta semana en Badajoz no se deja de hablar de atracos, debido a racha de robos protagonizada por dos motoristas. En 1987 ocurrió lo mismo debido a un delincuente que usó elaboradas tretas para llevarse 9 millones de pesetas (54.000 euros) de tres bancos y que, cuando fue detenido en un cuarto intento de robo, justificó todos sus actos por la necesidad de dar de comer a su familia.

El protagonista tenía un perfil peculiar. J. A. M. era de Almería, había cumplido 29 años, estaba casado, tenía hijos y había sido industrial. A pesar de su vida aparentemente normal, fue condenado a 19 años de cárcel por robo con homicidio y encerrado en la cárcel de Tarragona. Siempre negó haber comedido ese crimen y se fugó durante un permiso. Su destino fue Portugal, donde se estableció en Elvas, a solo 13 kilómetros de la frontera y con Badajoz como ciudad más cercana.

No tardó en visitar la capital pacense. Su primer atraco fue el 5 de marzo de 1987 y, más que un delito, recuerda el guion de una película. J.A.M. entró en una sucursal de la Caja de Ahorros de Plasencia, en la avenida de Colón, y pidió entrevistarse con el director de la entidad con el pretexto de cerrar una operación comercial.

Imagen principal - El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón
Imagen secundaria 1 - El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón
Imagen secundaria 2 - El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón

Imagen principal - El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdónImagen secundaria 1 - El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdónImagen secundaria 2 - El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón

El responsable del banco le atendió en su despacho y, al despedirse, le dio su tarjeta de visita. En la misma, constaba la dirección personal del directivo, a la que se dirigió el delincuente. Una vez en la casa, fingió ser un operario de telefonía y cortó los cables del teléfono.

Fingió un secuestro

A las dos de la tarde volvió al banco, y de nuevo entró a hablar con el director. Le dijo que era un atraco, que sus cómplices estaban vigilando a su familia y que podía llamar a su casa para comprobar que el teléfono estaba desconectado. Al mismo tiempo, sacó una pistola y obligó al bancario a llamar a sus empleados uno por uno. Una vez dentro del despacho, su propio jefe, por orden del atracador, los fue atando con sus cinturones y corbatas.

Finalmente el ladrón accedió a la cámara acorazada con el director y se llevó cuatro millones y medio de pesetas (27.000 euros). Luego obligó a uno de los empleados a salir con él y llevarle en su coche a la carretera de Cáceres. Allí le hizo bajarse, le robó el vehículo y se marchó.

J.A.M. volvió a actuar cuatro meses después, el 8 de julio. En ese caso entró en una oficina de La Caixa en la avenida de Europa, también en el centro de Badajoz, aunque este atraco fue mucho más expeditivo. Pidió reunirse con el director, pero una vez en su despacho sacó la pistola. Hizo que atase al cajero con esparadrapo que el delincuente llevó al robo y se marchó de la entidad financiera con 450.000 pesetas (2.700 euros).

El tercer golpe lo dio el 17 de octubre. En ese caso eligió un Banco Hispano Americano de la avenida Carolina Coronado, en el barrio de San Fernando. Usó un método similar al primer caso. Consiguió la dirección del director y volvió horas después para convencer al responsable de la oficina de que tenía controlada a su familia. Incluso le describió con detalle a su hijo de 14 años.

El director obedeció y entregó 4,6 millones de pesetas (27.500 euros). Luego fue corriendo a su casa y allí comprobó que su familia estaba bien.

La racha de éxito del atracador acabó en diciembre, solo unos días antes de Navidad. Usó el mismo método para intentar robar en la Caja Badajoz de la carretera de la Corte (San Roque), pero el director desconfió, avisó a la policía y fue detenido en un bar cercano. Le encontraron encima una pistola Beretta del calibre 6,35 con siete cartuchos dentro.

Fue condenado a 24 años de cárcel como autor de los tres atracos anteriores. El dinero de los tres botines nunca fue localizado.

La carta

Un mes después de la condena, el atracador escribió a este periódico para matizar detalles que no le habían gustado de las informaciones que hablaban de él. Por ejemplo, cuando indicaron que su cuartel general estaba en Elvas. «Tampoco mandaba ninguna banda de malhechores, sino que pasaba muchas fatigas para poder mantener a mi familia, residente en España, y de paso, poder pagar mi pensión y sustento».

Aseguraba que le habían condenado injustamente por homicidio y que por eso se lanzó a los atracos. Dijo literalmente que era un «delincuente fabricado». E indicó que era industrial «hasta el momento de mi carrera delictiva, carrera que fui obligado a proseguir, forzado por unos hechos que, con pruebas de mi inocencia y que nunca cometí, se me impuso una condena de 19 años».

«A partir de ese día, lo que no se llevaron bancos, financieras, abogados, procuradores y demás, se lo llevó el diablo y por todas estas razones y muchas más que me guardo en el tintero, nació este delincuente. Una vez informado que a mi familia ya no le quedaba ni techo para vivir, decidí ser delincuente de verdad y entonces es cuando cometí los delitos que su artículo expone», indicó el condenado.

Otro detalle destacado en su carta fue que defendió que el dinero no aparecería, pero que no se gastaría en «drogas ni nada por el estilo», sino que lo tenía a «buen recaudo para que a mi hijos, hoy, estando su padre en prisión, no les falte qué llevarse a la boca».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja El atracador que se vengaba de los bancos pero pidió perdón