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El local se ubicó en la calle del Norte y La Merced antes que en Gonzalo de Berceo
Tintorería Oca está regentada actualmente por la tercera generación de una saga familiar que ha ido adaptando el negocio a los tiempos
Antes de la Guerra Civil, en la calle del Norte abrió sus puertas Tintorería Oca. Los abuelos de Diego –uno de los actuales regentes del establecimiento– fueron los que decidieron poner en marcha el negocio. «Mi abuelo era de Logroño y trabajaba en una tintorería, mi abuela era catalana y trabajaba planchando. Un cura, tío de mi abuela, que estaba de pianista en La Redonda le dijo que se viniera a Logroño porque en las tintorerías en la capital riojana había trabajo para ella. Así, mi abuela vino y conoció a mi abuelo, se casaron y juntos abrieron un establecimiento en la calle del Norte», explica Diego Oca.
El padre de Diego, cuando se casó, continuó con la empresa familiar en compañía de su esposa, y ahora es el propio Diego quien ha seguido al frente del establecimiento incorporando también a su mujer, «yo había estudiado otra cosa, y mi vida iba a tomar otro rumbo, pero al final, sigo con el negocio de la familia».
Entre lo que le han ido contando sus padres y sus abuelos, y lo que el ha podido vivir, Diego no duda en afirmar que ha habido muchos cambios en los casi 90 años de vida de Tintorería Oca. «Por un lado, han cambiado completamente los tiempos de trabajo. Ahora hay mucha prisa para todo y nos hacen falta las cosas siempre ‘para ayer’» y por otra parte, la propia actividad del establecimiento también ha cambiado: «Antiguamente teñíamos para todo el norte de España (Burgos, Bilbao, Vitoria…) pero con el tiempo se fueron cerrando las tintorerías y se ha ido eliminando el teñido», comenta Diego, quien cree que la causa ha estado en que «los grandes almacenes y cadenas de distribución han traído la ropa a precios bajos, y eso hace innecesario teñir prendas porque no compensa», también los usos y costumbres sociales han cambiado: «Antes cuando fallecía alguien se iba de luto, y para ello, muchas veces se teñía de negro la ropa…» por eso «ya prácticamente no teñimos nada, sólo alguna cosa puntual», señala.
El negocio se ha reorientado a la limpieza en seco (que antes también se hacía, pero menos). «Ahora los vestidos de novia, los de comunión, las alfombras, los edredones o los plumíferos nórdicos, pasan por las tintorerías para su limpieza», indica.
Tintorería Oca pasó de su primera sede en la calle del Norte, a la de la calle La Merced (frente a la entrada de la ahora biblioteca pública) y cuando se peatonalizó Portales y se complicó el acceso a ese local, se trasladó a Gonzalo de Berceo, donde actualmente se ubica. «Esta es una zona muy buena, pasa mucha gente, pero lo principal es que hay aparcamiento», apunta Diego que recuerda los casos de Vara de Rey o la vecina Murrieta, «calles en las que no hay aparcamientos, y por ello, el comercio ahí se está muriendo». Y es que, para Diego el mayor enemigo de comercios como el suyo es la falta de aparcamiento «porque a la tintorería la gente viene en coche».
Por lo demás, este exponente de tres generaciones de profesionales de la tintorería no ve grandes enemigos de su negocio: «No tenemos una competencia directa porque las lavanderías, que han proliferado mucho no lo son. De hecho, nosotros trabajamos con ellas». El mayor enemigo son las tasas que negocios como el suyo deben abonar por los ‘vertidos’. «Pasamos inspecciones de vertidos varias veces al año, y aunque todo está bien, tenemos que pagar unas tasas elevadas… y en algún momento, eso se va a convertir en algo insostenible», lamenta.
Y en eso, como en otras cosas, no pueden intervenir las asociaciones de comerciantes, «porque ellas no establecen las reglas». «Pero creo que hacen un papel importante dentro de lo que pueden», reconoce este asociado a ZOCO, la Asociación de Comerciantes de la Zona Oeste.