Ni el frío ni la lluvia fueron suficientes para amedrentar a varios cientos de riojanos que se decidieron a aceptar la invitación cursada por la Fundación San Millán de la Cogolla para visitar durante todo el sábado y la mañana de ayer, domingo, los monasterios ... de Yuso y Suso. En el caso del primero de ellos, la vista dominical solo era por la mañana. Con ello se quería hacer partícipes a todos de la conmemoración del vigésimo aniversario de la constitución de la fundación.
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Los autobuses dispuestos por la Fundación, con la que colaboró La Rioja Turismo y el Monasterio de Yuso, fueron una iniciativa que muchos riojanos supieron aprovechar y desde primera hora de la mañana fueron llegando hasta San Millán de la Cogolla, donde, tras hacerse con la entrada gratuita para la visita (un trámite a realizar para que los organizadores conociesen con exactitud la respuesta a su invitación), se dirigían al interior del cenobio, en donde eran recibidos por las guías.
Con el recorrido marcado por las oportunas flechas para que los visitantes hicieran el recorrido a su gusto, la labor de las guías se ciñó a un discreto control de los visitantes y responder a algunas cuestiones.
El personal accedía por la entrada principal, donde se encontraban con las detalladas maquetas de los cenobios, con lo que los visitantes se podían hacer una primera idea general de lo que iban a conocer por dentro. De ahí iban pasando al Salón de la Lengua, lugar donde habitualmente se llevan a cabo los actos más solemnes.
Tras ver de cerca las banderas y los escudos de todos los países de habla hispana, y contemplar la estatua de Gonzalo de Berceo, que, como poeta de gran relevancia y monje emilianense, goza de un lugar preferencial en el salón, los asistentes a las jornadas de puertas abiertas pasaban a conocer el refectorio, salón en el que los frailes comían.
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Más tarde y tras recorrer el claustro, pasaban al interior de la iglesia, una de las zonas en las que más tiempo invertían, dado la enorme riqueza patrimonial de la misma. De ahí, a la sacristía, otra de las joyas del monasterio, en la que se podía estar un buen rato. Para concluir la visita, que no tenía limitado el tiempo, se subía a la primera planta para poder contemplar de cerca la singular biblioteca de Yuso, una joya que no suele ser exhibida.
Quienes así lo desearon, pudieron completar el recorrido y acceder en el autobús al monasterio de Suso, entre cuyos muros se anotaron las primeras glosas en castellano. Allí la visita era guiada y ocupaba en torno a media hora.
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