Representantes de la bodega Martínez Lacuesta y descendientes del mexicano que las compró examinan las botellas. DONÉZAR
Haro

Un vino de cien años y 18.000 kilómetros

Unas botellas de la bodega Martínez Lacuesta, cosecha 1922 y compradas por un mexicano en los años 30, volvieron hace días a su lugar de origen y el contenido estaba perfecto

Javier Albo

Santo Domingo

Sábado, 30 de julio 2022

Un siglo y más de 18.000 kilómetros, ida y vuelta. Este ha sido el largo e increíble viaje de unas botellas de vino de la bodega jarrera Martínez Lacuesta, cosecha de 1922, que fueron compradas por un abogado mexicano en los años 30 del ... siglo XX, volvieron hace unos días a su lugar de origen y, no solo eso, al ser abierta una de ellas, la sorpresa fue que el contenido estaba perfecto.

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«¡Qué bien hacían las cosas nuestros abuelos!», exclama José Luis Martínez Lacuesta, que se viene arriba cuando recuerda el feliz reencuentro con aquellas botellas, tras su largo viaje en el tiempo y en el espacio, y el sabor de aquellos 'vinos finos' –equivalentes hoy a un gran reserva–, en perfecto estado también por fuera, aún envueltas en papel, en sus cajas de madera y con aquellas fundas originales de paja que Leopoldo González Izarra fabricaba en la calle de la Vega y que vendía a 27 pesetas el millar, las de un litro. Como si hubiera sido ayer.

Toda historia tiene un comienzo y este arrancó el 2 de junio, cuando, vía correo electrónico, un joven abogado mejicano y somelier, Diego Casillas, informó a la bodega de que su abuela, Ana María González de Arce, de 96 años, custodiaba botellas de Martínez Lacuesta, cosecha del año 1922, que habían sido importadas por su bisabuelo Juan M. González en los años 30 del pasado siglo. Por lo visto, las botellas reposan en una cueva que reúne unas condiciones excepcionales de conservación y la nonagenaria descorcha algunas de ellas en las celebraciones familiares, incluido el bautizo del nieto que las trajo a Haro. Sin pensárselo, también cedió varias para catarlas en la bodega en la que su contenido había nacido, se había elaborado, criado y embotellado.

«Tengo sesenta años y he catado muchos vinos antiguos, pero como este ninguno», dice José Luis Martínez Lacuesta

Porque a José Luis, persona culturalmente inquieta, autor del libro 'Martínez Lacuesta 1895-2020. 125 años de una bodega familiar', se le encendió enseguida la bombilla y respondió a aquel correo electrónico de una manera entusiasta. Primero, pidiendo a su remitente algunas fotografías de las botellas, que le dejaron ojiplático por su excelente estado, y después, sabiendo que el mexicano tenía previsto hacer un viaje a España, trasladándole la posibilidad de que trajera a Haro alguna de ellas. Y lo hizo.

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En fecha señalada en España, como es el 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, el propio bisnieto del comprador mejicano, ante la atenta y expectante mirada de Álvaro Martínez –enólogo de Martínez Lacuesta y eslabón de la quinta generación de la saga bodeguera–, así como del resto del equipo, abrió una de ellas.

«Tengo sesenta años y llevo trabajando cuarenta en el vino. He catado muchos vinos antiguos, pero como este ninguno. Fue una sensación increíble, maravillosa», explica José Luis.

«Rioja en estado puro»

«El vino estaba perfecto de color, brillante, límpido, sin apenas poso; de aroma, que sorprendentemente fue a mejor en cada olfacción, sin aromas anómalos; y de sabor, suave, profundo, Rioja en estado puro, sin aristas», indica. «Increíblemente, después de una hora de su apertura el vino continuaba en perfecto estado», afirma. No abrieron más. Siguen descansando, ahora en un nicho de la bodega jarrera, para alguna ocasión.

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Las botellas de vino, en sus fundas de papel. DONÉZAR

José Luis cree probable que su abuelo, Emiliano Martínez Lacuesta, contactara con Juan M. González durante el viaje comercial que realizó por América entre los años 1907 y 1910. Diario LA RIOJA se hizo eco, el 17 de marzo de 1907, del inicio de su periplo, una auténtica aventura. «En el tren de la madrugada ha salido para Bilbao, donde probablemente se embarcará hoy mismo rumbo a La Habana, el joven don Emiliano Martínez Lacuesta...», rezaba un suelto.

Abriendo, con mucho cuidado, una de las botellas. donézar DONÉZAR

«Lo impresionante es que una botella salga de Haro, viaje a América, se conserve allí, vuelva cien años después y el vino esté perfecto... Aún se me pone el vello de punta al recordarlo, me temblaban las manos», confiesa. Como si el abuelo hubiera vuelto.

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