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Vestigios del cortado rocoso a vista de dronEl nombre de Quel proviene del árabe 'qal' (castillo). La afirmación, asentada desde hace tiempo, no daba lugar a discusión, hasta ahora. El historiador Urbano Espinosa pone en duda esta procedencia porque no existe explicación alguna que refrende la variación de 'qal' a 'qel'.
Espinosa ofrece una nueva propuesta etimológica en base a los vestigios arqueológicos recientemente descubiertos. Indica que Quel tiene una base lingüística indoeuropea, el radical 'kel' (tapar, cubrir, ocultar). 'Cella', del latín, es un espacio cerrado pequeño. Expone que cuando en el valle del Cidacos se implantó el latín como lengua común, 'cella' se pronunciaba 'kel-la' y su plural 'cellae' sonaba como 'kel-le'. El llamativo conjunto de oquedades del cortado de la peña dio origen a que se conociese como 'kel-le', el lugar de las cuevas.
Esta hipótesis queda reflejada en el libro 'Orígenes históricos de Quel', que distribuye de forma gratuita el Ayuntamiento y fue presentado el 30 de diciembre en la casa de cultura de la localidad.
En esta obra se recogen los nuevos hallazgos que han salido a la luz gracias al interés del queleño Carmelo Martínez por poner en valor el patrimonio del municipio y avanzar en el conocimiento de su historia.
En 2021 pidió la colaboración del calagurritano José Luis Gutiérrez, que con su dron realizó en varias sesiones grabaciones del cortado rocoso sobre el cual se alza el castillo.
Para su sorpresa, descubrieron que el farallón no es tan vertical como parece y contaron con la ayuda de Urbano Espinosa para interpretar los hallazgos. Entre el barrio de arriba (Suso) y el barrio de abajo (Yuso) existe una interrupción de la verticalidad de la peña por la que es posible el acceso, con dificultad.
Los descubrimientos se centran en la parte de Yuso. Desde la zona del antiguo cementerio surgen dos caminos superpuestos y con el dron se ha podido observar cuevas de distinto tamaño (pudieron servir de refugios, almacenes y corrales), que serían más profundas, pero han sufrido desprendimientos, plataformas e incluso una acumulación de unas 200 piedras que debieron subir desde el río para lanzarlas como elemento defensivo.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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