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Las luces de las velas, unas 15.000 nada menos, se adueñaron el sábado del casco urbano de El Rasillo de Cameros a medida ... que la luz del sol se iba apagando tras la montaña de la Agenzana.
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Pasadas las 9 de la noche, las luminarias prendieron para envolver al pueblo en una atmósfera especial inundada de puntos y formas de luz cuyo contraste se fue acentuando según se iba cerrando la noche. Pura magia para la velada más especial que vive esta localidad serrana, su Noche de las Velas, que ayer reeditó por quinta vez y con el mismo éxito de visitantes que otros años.
Quiso Dios ayer o quien sabe si fue obra de la bruja Achóndite, que habita por los bosques rasillanos, que ayer no hubiera tormenta como ha sido tónica habitual durante las últimas semanas, así que las candelas brillaron en todo su esplendor para deleite de los presentes, especialmente para los amantes de la fotografía nocturna, que encontraron un paraíso en rincones como la plaza de los Tilos, la del Olmo, el lavadero, la fuente o los muchos dinteles, rejas y ventanas aderezados con velas.
La música fue también parte esencial de la velada, con conciertos en el quiosco, la iglesia, el lavadero y el frontón, y contribuyó a acrecentar la placidez de una agradable velada veraniega, intensa pero efímera como las propias velas, que acabaron consumiéndose en su propia belleza.
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La velada concluyó a la medianoche, con el apagado de las luminarias (las que quedaban encendidas) y el pueblo fue perdiendo poco a poco su magia. Alguno creyó ver en el cielo a la bruja Achóndite regresando a su guarida de hayas y pinos.
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