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Crucito Pasquier se jubila y apaga el horno tras 47 años dedicado al oficio que aprendió de su padre. E. P.
Las últimas pastas y barras de pan del Crucito

Las últimas pastas y barras de pan del Crucito

Alfaro. Crucito Pasquier, el último panadero de toda la vida de la localidad, cierra con el legado para el recuerdo de sus pastas y de su colaboración en las tradiciones

Domingo, 28 de noviembre 2021, 01:00

Avanzaba el mediodía del 14 de noviembre. Estaba a punto de echar la llave cuando entró Carlos y se llevó la última. Si ha trabajado 47 años, a 330 días al año y estimando que sacaba cada jornada una media de 700 (eran el doble antes de llegar los supermercados), sus manos han elaborado más de 12 millones de barras de pan a lo largo de su vida laboral. Esa era la última. El horno del Crucito se apagó. Se jubila después de una vida tras la Panificadora Moderna.

«Siento el cariño especial del barrio y de todo el pueblo», sonríe Crucito Pasquier. En un trabajo con mucho compromiso con la sociedad, cada día, el cliente pone su confianza en quien madruga para elaborar el pan que come toda su familia. «Se crea un vínculo muy grande con la gente, que es muy agradecida –asiente–. Hace años que no compro fruta o verdura: unos te traen apios, otros cardos, berzas, pellas...». En ese momento, entra Julia a dejarle borrajas. «Algunas vecinas ya me han dicho que, aunque haya cerrado, van a seguir trayéndonos cosas del huerto... es el vínculo que se crea», sonríe.

Muchos alfareños se sienten huérfanos de su pan, de sus pastas. Jubilado el Sola, los mayores de los Palomares (aunque con los jóvenes como herederos), Crucito Pasquier era el último panadero de los de toda la vida de Alfaro. De los que compartió con otros cuando coincidían en los barrios más de una decena de panaderías. El Marquillos, la Cuchicha, el Justo, Lacal, el Pollo, los Sola... Ahora, quedan dos panaderías. «Hace años se hacía mucho más. Cuando llegaron los supermercados con las baguettes y cerraron las tejerías, dejó de venderse tanto», recuerda.

El alfareño pone a la venta las instalaciones por si hay interesados. Ernesto Pascual

Crucito comenzó a estudiar Electricidad en Calahorra. Sin traer buenas notas, aprendió el oficio de su padre, que había adquirido la panadería a sus tíos. «Han sido 47 años levantándome todos los días, incluidos domingos, a la misma hora, a las 3 de la mañana –relata–. Es un trabajo esclavo, duro por el horario, pero no por el esfuerzo... Se gana dinero, estoy contento por cómo nos ha ido, pero la gente joven ya no quiere estos trabajos y la panadería tiende a desaparecer... y no conoceremos a los panaderos».

Sus dos hijos tienen otros caminos profesionales. Por ello, pone el edificio y las instalaciones a la venta, aunque avisando que hay que renovar varias máquinas. Su deseo sería que Panificadora Moderna continúe. Y siga aportando a tradiciones que ayudó a consolidar, como los roscos por San Blas, las culecas... «Se hacen más culecas que alfareños... Son tradiciones que exigen mucho», anima a avivarlas.

Para él, esos ya serán días de fiesta. «He cumplido... y me doy cuenta de lo que me aprecia la gente», asiente ante el umbral. Es consciente de que ya ha acabado su labor. Ahora le toca cuidar la salud. «Ya no tengo que mirar el reloj para levantarme... A pasear, a leer, que me encanta, ir al fútbol, al baloncesto... Pero lo principal es cuidar la salud».

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