
Para los que no les suene de nada, Anguta es el nombre de una aldea pedánea de Valgañón. O lo era, porque aunque continúa viva en la memoria, en el recuerdo de muchos y en la documentación que desde el siglo XV arroja luz sobre ella, ya no existe. Como tantos otros lugares, el fenómeno migratorio de los años 60-70 la dejó compuesta y sin vecinos. De ella solo quedan en pie desvencijadas ruinas, las más enteras las de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cuya torre se levantó donde otra anterior encerró durante siglos un secreto que sigue sin resolverse: en sus cimientos apareció un sarcófago con una cavidad antropomorfa que contenía un esqueleto humano en posición invertida, todo ello tapado por una gran piedra arenisca roja, un material que no es propio del lugar. «Los más ancianos decían que siempre se había comentado que en esa iglesia estaba enterrado un obispo», cuenta Rafael Torres en su estudio de la aldea. Junto a la torre aún se puede ver el tronco de un gran fresno que cuando el pueblo tenía vida refrescaba las conversaciones de los muchos vecinos que se reunían bajo su enorme copa.
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Anguta tuvo mucha vida, tanta como hoy silencio, su único habitante. En 1939, por ejemplo, rondaba el centenar de habitantes. Enclavada en los montes de Ayago, a 1.188 metros de altura, su ubicación nos habla hoy de un gran aislamiento. 'La Nueva Rioja' tenía un corresponsal en ella -ahí es nada-, que lo era el maestro Gabino Antonio Hernández y, gracias a sus escritos -recogidos por Torres- sabemos que la primera vez que algunos de los niños salieron de Anguta fue para realizar una excursión a Santo Domingo de la Calzada, donde visitaron la iglesia del Corazón de María y las fábricas de harinas y pan de Julio García y de maderas Saseta.
Los aldeanos se trasladaban a Valgañón en caballo para aprovisionarse de víveres, o coger un autobús a Ezcaray si no había lo que buscaban. Javier García Mateo, presidente de la asociación Virgen de las Tres Fuentes, recuerda que muchos de ellos iban a comprar a la tienda de ultramarinos que regentaba su madre. Sobre todo, adquirían velas, que era como se iluminaban las viviendas, además de con candiles de aceite y petróleo. Pero a partir del 13 de septiembre de 1946 la venta de velas disminuyó drásticamente, ya que ese día, en medio de un gran alborozo, llegó la luz eléctrica.
La vida siguió en la aldea, aunque tampoco demasiado: el 10 de marzo de 1970, el ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi, y Francisco Franco, firmaban el decreto por el que se disolvía la entidad menor local de Anguta. Algunos vecinos aún vivieron allí algún tiempo más, pero, poco a poco, todo se extinguió.
Curiosamente, la aldea recibió la visita de un ministro, Rodolfo Martín Villa, aunque ya no quedaba nadie allí para recibirle. Sucedió en 1979, cuando el lugar fue escenario de una exhibición de la recién creada Unidad Antiterrorista Rural. Hasta salió en la tele...
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