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En agosto del año 2017, la catedral de Santo Domingo de la Calzada inauguró el rosetón diseñado por el internacionalmente reconocido mosaista, el sacerdote jesuita Marko Rupnik (Zadlog, Eslovenia, 1954), de quien se ha dicho que es «el Miguel Ángel del siglo XXI». Su obra ... se encuentra repartida por los santuarios más importantes del mundo, desde el Vaticano hasta Fátima o Lourdes, pasando por la ciudad calceatense, donde su huella y la del centro de arte espiritual que dirige, Aletti, está por muchas partes: la cripta del Santo –una auténtica obra de arte–, es obra suya, como también el arca que contiene los restos del Santo, la Puerta del Perdón y las vidrieras que se colocan estos días en el templo, de cuya ejecución se ocupa el taller croata Bokart.
Su nombre era sinónimo de prestigio artístico, categoría y calidad. Artísticamente nadie le quita nada, pero Rupnik es noticia desde el pasado 1 de diciembre por algo muy distinto a esa faceta: ese día, el portal digital italiano 'Silere non possum' destapó que el jesuita había sido procesado por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) por supuestas agresiones sexuales y abusos psicológicos y espirituales a monjas de la comunidad Loyola de Liubliana en los años 90, en la que ejerció como confesor y director espiritual antes de trasladarse en 1993 a Roma. Varios medios hablan de una veintena de posibles víctimas.
El DDF excomulgó al musivario, aunque levantó la medida poco después, y cerró el caso al considerarlo prescrito. Aún así, la Compañía de Jesús dictó medidas cautelares contra él, como la prohibición de confesar, la dirección espiritual y el acompañamiento de los ejercicios espirituales y ejercer actividades públicas sin el permiso de su superior local.
La polémica, recogida por numerosos medios de comunicación nacionales e internacionales, suscita una pregunta, o un dilema: ¿Puede o debe separarse el arte, de los hechos cometidos por su autor? En la práctica ya ha habido reacciones, como la de la Universidad Francisco de Vitoria, que decidió «pausar» una actuación encargada al artista. No es la única. También se escuchan voces sobre si, en este caso, debiera emularse el proceso impulsado en Francia por algunas de las víctimas de un artista sacerdote acusado de pederastia, de retirar de las iglesias las obras realizadas por él, al considerarlas contrarias a la moral que se predica en ellas.
Diario LA RIOJA ha preguntado este viernes por ello tanto al abad de la catedral, Francisco José Suárez, como a la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. Respondió esta última, que indicó, sin entrar más en el asunto, que tanto ella como la catedral acordaron en junio del pasado año 2022, es decir, más de seis meses antes de que saltara la noticia sobre el jesuita, encargar al taller Aletti las vidrieras, «para que vaya todo en conjunto con los demás elementos realizados anteriormente en la catedral, como el rosetón, la cripta, etc».
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