Hablar de las próximas fiestas del Santo es, en estos momentos, como dibujar en la arena. El tiempo puede borrar todos los planes, a merced de una pandemia de designios inescrutables. Sin embargo, en tiempos como los actuales, la esperanza y la positividad deben imponerse a la incertidumbre. Es bueno hablar de un futuro que sigue ahí, aunque el presente se levante ahora mismo como una opaca cortina gris. Hay que conjugar nuestras vidas en futuro y, después, ya se verá.
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Así las cosas, ahora mismo de las fiestas del Santo solo se sabe, o se puede intuir, que serán muy especiales y especialmente deseadas. Y, ante estos datos subjetivos, otro concreto: en la procesión del Pan del Santo y del Peregrino, conocida popularmente como de las doncellas, participarán un máximo de 60 jóvenes. Muchas, pero ha habido algún año con más, como recogen los anales de la cofradía del Santo.
Ese es el límite que la entidad ha decidido establecer, y, hasta la fecha, ya tiene anotadas a 54. En esta cifra entran las que no pudieron salir durante las pasadas fiestas de mayo, al estar todos confinados –cuya solicitud la cofradía mantiene–, más las que se han apuntado para la próxima edición festiva.
Los priores, Óscar San Román y María Milagros Luzuriaga, consideran que esa es la cifra idónea, tanto para el propio desarrollo de la procesión en sí como por las dimensiones del 'salón de las doncellas' que alberga algunos de los actos, entre ellos la comida con que se obsequia a las jóvenes al término del recorrido.
«Ha sido muy duro, para todos», indica Mila, la priora, que lleva al terreno de la ilusión rota, aunque sea como mal menor, lo que la situación actual ha supuesto para las jóvenes doncellas, que ni pudieron salir ni tampoco colaborar con la atención a los peregrinos en el albergue, como sus predecesoras vienen haciendo los meses de julio y agosto. Todo ese trabajo está recayendo sobre el equipo rector de la cofradía del año, ya apuntado en ese 'libro' en el que se anotan las circunstancias inéditas o excepcionales, como lo han sido unas fiestas vividas desde balcones y ventanas, que, sin duda, pasarán a la historia.
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Aún con todo, hay alguien, incluso algo, que les insufla ánimos cada día: Santo Domingo de la Calzada. «El cuadro del Santo que tenemos en casa nos da mucha fuerza», confiesa la priora. Es algo de luz entre tanta sombra, que, dada la prórroga de su priorato, les va a iluminar dos años.
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