El humorista José Corbacho ofrece mañana en Santo Domingo de la Calzada (teatro Avenida, 19 horas) su espectáculo 'Ante todo mucha calma', organizado por el Circuito Escénico de La Rioja, con la colaboración del Ayuntamiento (3 euros).
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– ¿Es posible mantener la calma hoy en ... día?
– Todo es posible en esta vida, lo que pasa es que hay que currárselo. Pero no te lo ponen fácil. Estoy muy calmado cuando me levanto, pero luego siempre viene alguien a joderte el día. A la que abro el periódico, pongo una radio o miro una televisión ya empieza el lío: la factura de la luz, la cesta de la compra, el COVID, Ómicron... Es complicado mantener la calma.
– En su espectáculo se ríe de todo y de todos, también de usted mismo.
– Sobre todo de mí mismo. Es lo que aprendí en mis años de cómico-farandulero en la compañía La Cubana: para reírte del mundo lo primero es reírte de ti mismo y así ya tienes como una licencia delante del público. El humor es terapéutico. En esta vida que vivimos, que todos sabemos que es una tragedia y que muy bien no acaba, perdón por el espoiler, está bien compensarlo con humor, con risa, alegría y diversión, que es lo único que propone este monólogo durante el tiempo que dura. No tiene una duración variable, depende de cómo esté yo de juguetón. No me gusta tener un guion cerrado y sí abrir de vez en cuando diferentes melones ante el público.
– Se ríe incluso de su trasplante de riñón...
– Sí, claro. Son cosas que me van pasando en la vida y como me río de mí, de mi entorno, también me río de mi hermana, aunque me diera un riñón (ríe). Además pienso que riéndome de mí mismo y de mis miserias también es más difícil ofender a alguien. De todos modos, siempre hay alguien que se va a molestar por cualquier cosa que digas. De hecho, el otro día se me ofendió un caballero porque me reía de mi trasplante de riñón. «Es un tema serio», me decía. «¡Pero si me estoy riendo de lo mío», le dije.
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– ¿Tiene algún límite?
– No me gusta ponerme límites, aunque luego el propio público, con sus risas y reacciones, es el que te va marcando las cosas. También depende de los lugares donde actúo. Es como en la vida: no nos comportamos igual en un bautizo, una comunión, una boda o en un entierro. El teatro se está convirtiendo en un reducto de libertad, en él me siento más libre que en la tele o en la radio, donde ultimamente tienes que medir lo que dices, o incluso en las redes sociales. Lo importante es no intentar autocensurarse, probablemente el peor de los límites para un cómico. y reírte de la vida en general.
– 'Ante todo mucha calma' se enmarca en un contexto inédito para la sociedad. ¿Ha descubierto algo con esta obra?
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– Esto nos ha cambiado a todos, en todo. En el teatro, como es algo vivo, estamos acostumbrados a adaptarnos a las circunstancias. Yo recuerdo que las primeras actuaciones con el público con mascarilla echaba de menos ver las sonrisas de la gente. Además, el volumen sonoro de la risa también desciende bastante. Era como muy extraño, pero al final, más que descubrir vuelves a redescubrir o reencontrarte con cosas que ya sabemos. La gente necesita el humor, la comedia, en estos tiempos mucho más.
– El humorista tiene que serlo las 24 horas del día? ¿La gente espera que sea siempre divertido?
– Para nada. El Corbacho que sale a un plató de televisión o a un escenario no es el Corbacho que está en casa. Otra cosa es tu actitud ante la vida. Casi todos los humoristas que conozco la ven con un prisma de comedia, pero eso no significa que tengas que ser gracioso ni que estés trabajando 24 horas al día. No tengo por qué estar diciendo tonterías a cada minuto, a no ser que me apetezca.
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