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Los que peinan canas, incluso los que peinan poco, deben mucho a las cabinas telefónicas. Eran un buen lugar para conversar, cuando el teléfono fijo de casa era demasiado indiscreto; también, la única vía de contacto cuando se viajaba. Recuérdense aquellos anuncios radiofónicos: «Se ... ruega a los familiares de fulanito que se pongan en contacto con su familia por asunto grave». Para morirse del susto. Y en muchas otras situaciones.
La llegada de los móviles marcó el inicio de su fin. En Santo Domingo quedan tres de las, aproximadamente, 15.000 cabinas que sobreviven en España, donde su presencia es prácticamente testimonial. Ocupan poco, porque hace tiempo que dejaron de ser del modelo que atrapó a José Luis López Vázquez en el famoso mediometraje dirigido en 1972 por Antonio Mercero, pero hace mucho que dejaron de ser rentables. El Gobierno les puso la puntilla al eliminar la obligación de mantenerlas como servicio público.
El Ayuntamiento ha solicitado a Telefónica, a través de un oficio enviado por el concejal de Obras y Servicios, Carlos Barrón, la retirada de las cabinas situadas en la plaza Hermosilla, calle Los Molinos y paseo del Espolón, así como del poste telefónico de madera ubicado en Alfonso Peña.
El edil aduce que están «totalmente en desuso y en un estado de deterioro absoluto, lo cual resulta más lamentable por su ubicación en las calles principales, a las que afean». También avisa de que, «si pasa un tiempo prudencial y no son retiradas, serán los servicios municipales los que las retiren a cargo de citada compañía telefónica».
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