![Santo Domingo acorrala al COVID-19](https://s3.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202103/02/media/cortadas/terraza-albo-k2VC-U130698362135heE-1968x1216@La%20Rioja.jpg)
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Santo Domingo de la Calzada respiraba hace un año como siempre. Una ciudad pequeña, tranquila, afanada en sus cosas y quehaceres diarios, cuyos habitantes seguían más o menos despreocupadamente las noticias sobre un virus llamado COVID-19, lejano aunque cada vez más cerca. La ciudad ni imaginarse podía, nadie, lo que se le vendría encima tan solo un par de semanas después, cuando la primera ola de la pandemia se cebó con ella, arrebatándole decenas de vidas. Cada día, los calceatenses sufrieron y lloraron desde sus casas, muchos sin más consuelo que el que recibieron desde las redes sociales, convertidas en el gran patio de vecindad del confinamiento.
Cada amanecer encontraba a los calceatenses ya sobresaltados, a la espera de noticias que solo eran malas o muy malas. La ciudad se visibilizó en el mapa internacional por obra y gracia de algunos tabloides británicos, que situaban aquí, en el valle en el que ya amarilleaba la soja, uno de los municipios con mayor tasa de mortalidad de Europa. Triste publicidad para un pueblo que se preguntaba «¿por qué?». En los jardines de Hermosilla, un monolito recuerda a las víctimas del letal enemigo, que escribió una de las páginas más negras de la ciudad.
Casi un año después, la pandemia sigue vigente, aunque la ciudad abandonó el lunes la lista de casos activos. Cero. Primera cabecera que lo consigue, tras una evolución estadística, desde el verano, en la que ha consignado muy pocos casos, como si el virus ya hiciera, entre marzo y junio, casi todo su trabajo. Es, sin duda, una buena noticia, que en la ciudad todos reciben con alegría y también con mucha prudencia y llamamientos a la responsabilidad, temerosos de que un relajamiento eche por la borda todo. La batalla continúa.
Al alcalde, David Mena, el 'cero' es más que una mera cifra. «Solo los calceatenses sabemos lo que hemos sufrido en un inicio de la pandemia demasiado cruel», recuerda. Pero el dato le emociona. «Me hace sentir orgulloso de cada ciudadano, de cómo hemos logrado emerger con coraje de una época que fue verdaderamente terrible para la ciudad», dice. Su alegría, no obstante, se ve contenida por la falta de certezas. «No bajemos la guardia, porque esto puede cambiar repentinamente. Esta batalla todavía no ha acabado, no nos podemos confiar», asegura.
Eduardo González, hostelero del 'Studio 54', muestra «alegría» por los datos, solo empañada por la «incertidumbre, desconfianza» y cierta «relajación» que percibe en parte de la población. También pide» responsabilidad y no bajar la guardia, porque las cosas se están haciendo bien, también desde el sector hostelero».
Al otro lado del mostrador de la 'Farmacia Irene Manzanares', Marta Martínez opina que «las circunstancias del último año y el ser un sitio pequeño, en el que todos nos conocemos, ha hecho que nos hayamos concienciado y cumplido con todas las normas para el bien común». En esa línea afirma que no tener ningún caso ahora mismo «no significa que el problema se ha terminado». «No estamos en una carrera de fondo en la que cuando llegamos a cero, es la meta y ya es el final. Mañana puede que la cifra cambie, con lo cual no tenemos que confiarnos y bajar la guardia y seguir haciendo lo que estamos haciendo hasta ahora».
Incide en ello el jefe accidental de la Policía Local, Enrique Altuzarra. «Los datos son los que son, pero las restricciones siguen y la responsabilidad tiene que ser la misma», asegura.
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Eduardo López regenta 'Hueto Fotógrafos', pero no habla como comerciante sino como futuro padre. O padres: Jessi y él. «En este mes, en el que vamos a ser papás, estamos más orgullosos que nunca de pertenecer a una ciudad que ha hecho el esfuerzo titánico de acorralar al COVID-19 a niveles marginales, lo cual nos proporciona la tranquilidad que añorábamos en esta etapa de nuestra vida tan especial, y que no podíamos llegar ni a imaginar semanas atrás. Gracias de corazón a todos los calceatenses», dice pensando ya en los paseos junto a su hija. Ese es el mejor regalo que la sociedad podrá darle a Alejandra -así se llamará-, y a sí misma, un obsequio envuelto de responsabilidad.
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