La música sonó este sábado en Santo Domingo de la Calzada como un deseado presagio de vuelta a la normalidad. La localidad riojana más castigada por la pandemia del 6162134958001 se convirtió en la primera en ofrecer un concierto desde que se decretó el estado de alarma. Ello, con motivo de algo inusual en medio (o ya al final, esperemos) de una crisis sanitaria de la magnitud de esta: la inauguración de un local hostelero, el 'Metro 66', que pensaba abrir sus puertas hace tres meses, pero al que el 'bicho' se lo trastocó todo. El caso es que había ganas de un 'directo' en muchos y también temor en otros, que no terminan de ver aún lo de juntarse gente. «Demasiado pronto para esto», esgrimen los más cautos. Pero la vida sigue, y avanza al son que le marca el BOE. Y ese paulatino regreso a la 'nueva normalidad' tuvo en la emblemática calle Madrid, antaño escenario de la 'movida calceatense', una banda sonora de rockabilly con La Vil Canalla, esos «marineros de dudosa reputación» que tripulan un barco llamado Rock & Roll.
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Pelayo, Lore y Álvaro actuaron en la terraza exterior del local. La calle se había cortado al tráfico rodado para reservar espacio para el público, que desde media hora antes ya buscaba su sitio. Una mampara separaba a los músicos de los espectadores, que permanecieron sentados en las 76 sillas que se distribuyeron entre un puñado de terrazas, con la correspondiente distancia de seguridad entre unas y otras. De controlar que todo siguiera el guión de seguridad marcado se ocuparon dos vigilantes y el propio responsable del establecimiento, José Teófilo Isasi, y, sobre todo, Policía Local y Guardia Civil de paisano, que también se dejaron caer por la zona para controlar y tomar nota. Y es que no solo los ojos de los allí presentes estaban muy pendientes de todo lo que pasaba. Ser el primero hace que desde muchos otros lugares, otras personas, negocios o entidades miraran a Santo Domingo de la Calzada por albergar ideas similares. Así que, al poco de comenzar la actuación, se invitó por megafonía a ser un ejemplo a seguir. Lo fue.
La prueba, desde luego, era de fuego. La música del grupo, muy animada, incitaba a bailar, pero, salvo alguna espontánea que se levantó para marcarse unos pasos, todos enmarcaron sus ganas en el limitado ámbito de sus respectivas posaderas. Entre el público muchos moteros, siempre en la estela del grupo, y algunas indumentarias sesentonas. Al final, satisfacción en los organizadores, que recibieron felicitaciones por cómo se había desarrollado todo, extensivas a un público muy prudente. Como debe ser.
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