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Marko Iván Rupnik, es esloveno, sacerdote, y, sobre todo, un artista de talla internacional en lo suyo, los mosaicos. Tal es así que muchos se refieren a él como 'el Miguel Ángel del siglo XXI', que es mucho decir. Quizá, la gota que ... colmó el apodo fueron los trabajos que le encargó el Papa Juan Pablo II en la capilla Redemptoris Mate, en el Palacio Apostólico del Vaticano, de tal maestría que muchos no pudieron evitar la comparación con la Capilla Sixtina. La experiencia es la madre de todo y su currículum es tan extenso como sus conocimientos. Su huella artística, llamada a disputarse tiempo con la eternidad, está en países de Europa, en Siria, Líbano, Estados Unidos y Brasil. En Madrid, Betanzos, Gijón, San Cristobal de la Laguna, Valladolid, Zaragoza... Y Santo Domingo de la Calzada.
Rupnik ha engarzado tres diamantes dentro de la gran joya que es la catedral de El Salvador: el rosetón, diseñado por él; la 'Puerta del Perdón', que se abrirá (y mostrará) el 25 de abril, para dar paso por ella al Año Jubilar Calceatense concedido por el Milenario del nacimiento de Domingo García. Y la cripta del Santo, un espacio neurálgico de la devoción calceatense que en los años 50 se construyó como bien pudieron, dadas las penurias económicas de la época, al que él, ahora, ha revestido de arte, color y vida. «La entrada de la memoria eterna», la definió durante una conferencia que impartió en la catedral. En ella indicó, también, que «la primera vez que vi vuestra cripta y el abad me dijo que hiciéramos algo en ella, me vino una inspiración que he guardado durante todo este tiempo. Creo que no hay en ningún sitio un espacio como éste».
Y ha visto muchos este hombre, que habla con la misma espiritualidad que parece proyectar en sus obras, que son 'memoria', una palabra muy presente en su vocabulario y en sus hechos. «En las criptas se encuentra una memoria viva. La liturgia prácticamente coincide con la memoria. Dios se recuerda, y cuando eso ocurre, las cosas existen, son, viven», dice. Y añade: «Esta memoria, que es la iglesia, está guardada en la cripta, porque la iglesia como edificio es imagen de la iglesia como comunidad. En la cripta hay una reliquia, un santo que nos recuerda que somos de Cristo». Y él la llenó de vida. «Quien quiera encontrar a Santo Domingo, que está vivo y no morirá nunca, no debe ver su reliquia. Ahí no está Santo Domingo». Está en la memoria. «Todo pasa, solo el amor permanece».
Su obra está lleno de él, dirigido al Cristo que menciona cada dos por tres. Y en la cripta, donde la sobriedad solo invitaba a rezar, ahora hay una excusa más para bajar a ella y leer sus paredes, como el aire, llenas de memoria.
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