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No hay mejor leyenda que aquella que se recuerda con algo para comer, lo cual da pie, a los que después escribimos de ello, a emplear esas consabidas frases, tan típicas y tópicas como verdaderas: «Con mucho gusto», «un acto que dejó buen sabor ... de boca», etc.
Eso es lo que ocurrió este martes en el homenaje a los valientes, que reunió a decenas de vecinos de Santo Domingo de la Calzada y Grañón, citados por las asociaciones Ayuela y Amigos de la ermita de Carrasquedo.
En vista de que los caparrones y sus respectivos sacramentos acaparaban demasiada atención, con muchos de los asistentes más ocupados y preocupados en recoger los tickets o guardar fila que atentos al acto en sí, ambos colectivos acordaron separar ambas cosas. Así, este martes los tickets empezaron a venderse solo después del homenaje y los caparrones se repartieron en la ermita de Carrasquedo, en torno a las 500 raciones. El año que viene toca ir a por ellos a la ermita del Santo.
Durante el homenaje, la presidenta de la Asociación de Amigos de la ermita de Carrasquedo, Almudena García Chinchetru, subrayó que «aquellos dos valientes consiguieron el acercamiento entre Santo Domingo y Grañón muchos años después y, hoy, esta cruz donde nos hemos reunido es un símbolo de paz». Una oración a cargo del sacerdote Narciso Corcuera y la ofrenda floral completaron el acto, que reunió a corporativos de ambas localidades.
Donde antaño hubo pelea ayer reinó la confraternización, gracias al grañonero Martín y al calceatense, que ha pasado a la historia solo con el gentilicio. Es lo que tiene perder...
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