La historia fresca de Santo Domingo
La retina de la memoria ·
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La retina de la memoria ·
Las recordadas 'piscinas de Ismael' comenzaron a construirse hace sesenta añosSanto Domingo de la Calzada, verano de 1960. La canícula disparaba los termómetros y muchos calceatenses, a falta de río, puesto que el Oja también desaparecía entonces inoportunamente en verano, aliviaban sus calores en las pozas de las tejeras. Eran las únicas 'piscinas' de la ... ciudad. Otras, estas de verdad, estaban en camino. El carpintero Ismael Gómez Soto trabajaba ya aquel año en su proyecto para que el vecindario dispusiera de unas instalaciones modernas. A pico y pala, un grupo de trabajadores abrió el foso de la piscina, que tenía las dimensiones olímpicas de su tiempo: 33,33 metros de largo por 10 de ancho. Además de esta abrió otra pequeña y una más, de las llamadas hoy 'de chapoteo'. Añadió un trampolín, toboganes, barras de equilibrios y anillas, columpios, un minifrontón, merendero y un bar restaurante. En el verano de 1961, las piscinas abrieron al público.
Aquel proyecto era el fruto de «un hombre que iba adelantado a su tiempo», recuerda su nieto, Julio César Sáez. Entonces, había muy pocas piscinas con depuradora en España, ni siquiera entre las capitales de provincia. «Tuvo que realizar un esfuerzo económico muy grande para la depuradora, que la compró a una empresa de Barcelona que vino a instalarla. Tenía muy claro que tenía que abrir algo que no hubiera en la zona», recuerda Julio.
Su idea de negocio contó con la oposición de un clero local rancio, que se le echó encima: «¿Hombres y mujeres juntos?». Se le sugirió, incluso, que segregara por horarios: unos por la mañana y otras por la tarde. Afortunadamente, el Gobernador civil –podría ser Ramón Castilla– pensaba de otra forma. «No hagas ni caso», debió decirle en algún aparte. El político se convirtió, incluso, en un asiduo de las mismas, a las que acudía todos los sábados. El caso es que, cuando la España católica miraba con recelo al Mediterráneo, que se estaba llenando de esculturales suecas con poca ropa, en Santo Domingo de la Calzada el verano también era ya para la vista...
Había días que pasaban por ellas más de 1.500 personas. Muchos pagaban la entrada solo para mirar. Las trabajadoras de Juba, cuando cosían los guantes, al terminar el turno matinas acostumbraban a darse un baño y comer allí. Se les hacía un precio especial.
Los empleados de las piscinas era la familia al completo. Por ejemplo, los tíos de Julio, Ismael y Blanqui, fueron los socorristas (con título), más famosos por estos lares que los vigilantes de la playa.
Su construcción fue un acicate para el aterrizaje en la ciudad del entonces incipiente turismo vasco. En el año 1978 cerraron sus puertas, tres años después del fallecimiento de su fundador. Las piscinas municipales se habían sumado ya, en el año 1973, a la oferta más refrescante de la ciudad.
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