Niños de muchas generaciones han recibido los premios Etchegoyen. Sobre estas líneas, un grupo escolar en 1953 y, a la derecha, la edición del año 2009. archivo aurelio bustillo/albo
Santo Domingo

La herencia que beneficia desde 1936 a los pupilos más aplicados

El dinero testado por Alberto Etchegoyen se acaba, pero su legado podría perpetuarse en un pabellón con su nombre

Javier Albo

Santo Domingo

Domingo, 26 de febrero 2023, 01:00

Alberto Etchegoyen es un nombre muy conocido en Santo Domingo de la Calzada. Tiene una calle y da nombre, también, a unos premios concedidos por el colegio Beato Jerónimo Hermosilla, a través de una fundación, que durante muchas generaciones han reconocido a los alumnos ... que con mayor brillantez y aprovechamiento concluyeran sus estudios, actualmente los de Primaria y antes los de EGB o, en sus inicios, los de Instrucción Primaria.

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Así lo testó el calceatense el 8 de octubre de 1936 en Madrid, donde vivía, aunque nunca se olvidó de su ciudad. El hombre, que había amasado una fortuna tras emigrar a México, quiso que, al morir, parte de su herencia se destinara al hospital del Santo y a que las escuelas incentivaran a los alumnos al estudio con premios que, durante muchos años, fueron en metálico. Para no pocas familias, recibirlos venía a ser algo parecido a un «gordo» de la lotería, ya que aliviaban las penurias económicas imperantes en épocas, como las hubo, de «vacas flaquísimas». En 1942, por ejemplo, se entregaban premios de 500, 300 y 200 pesetas, que entonces era un dineral.

Con el tiempo su cuantía fue disminuyendo, a la par que la herencia. La fundación dispone del 70 % de los intereses anuales que genera el capital, deducidos los gastos, para poder cumplir los fines de la fundación. Desde hace tiempo, los premios han consistido en material didáctico, un diploma y el mucho orgullo que a sus destinatarios suponía ser merecedor de ellos.

Ahora, la Fundación Etchegoyen está en proceso de extinción. «El capital dejó de producir rendimiento económico hace unos años y la fundación ya no tiene solvencia para dar cumplimiento a sus fines», indican desde la misma. Estos, además de los premios, también incluían actividades para mejorar la calidad educativa del alumnado y adquirir material bibliográfico para el propio centro y para familias con dificultades económicas, como quiso el benefactor. Ninguno de ellos se ha podido cumplir en los últimos años por falta de liquidez.

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Así las cosas, sin apenas solvencia, el patronato temió que la fundación pudiera entrar en pérdidas por el elevado coste de mantenimiento de las cuentas y buscó todas las opciones legales posibles, optando finalmente por iniciar los trámites de extinción, de acuerdo a lo establecido en sus estatutos. El proceso culminó en octubre del 2022 con la ratificación de la extinción por parte del Protectorado de Fundaciones.

Un pabellón escolar

Ochenta y seis años después, la herencia agota su capital pero no el legado del benefactor, que, al contrario, podría perpetuarse si fructifica el deseo del patronato de construir, con el capital que resta y la colaboración de las administraciones, un pabellón que lleve el nombre de Alberto Etchegoyen y Tejada y sirva para dar respuesta a las mayores necesidades derivadas de la unificación de los dos edificios del colegio en uno solo, para el curso 2024/2025, y utilizarlo para las clases de Educación Física.

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El Patronato de la Fundación Etchegoyen considera que la construcción de esta infraestructura haría que el legado de Alberto «quede materializado en un bien duradero de aprovechamiento para todo el alumnado del centro, al que quiso beneficiar en su testamento».

El tributo a la voluntad de «un calceatense ilustre y generoso»

La construcción del pabellón 'Alberto Etchegoyen y Tejada' precisa la colaboración técnica y económica de la Consejería de Educación y que el Ayuntamiento ceda terrenos. «Si todas las personas implicadas tienen la capacidad de estar a la altura de lo que esta oportunidad requiere, la Fundación Etchegoyen –dice esta– quedará para siempre presente en la ciudad, no solo en la memoria de sus habitantes, también a través de una infraestructura que rendirá homenaje a la voluntad de un calceatense ilustre y generoso, que apostó por la infancia y por su educación como garantías para un futuro mejor».

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