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El Oja, que por Santo Domingo de la Calzada «baja cuando se le antoja», es un río al completo desde el pasado viernes, cuando el agua comenzó a fluir caudalosamente por todo el cauce. Hasta ahora, solo se había dejado ver en algunos tramos del mismo –alimentado por los canales–, tras reaparecer en ellos el pasado 2 de noviembre.
Entre Filomena y Hortensia han conseguido que el Oja vuelva a exhibir músculo. Las nevadas que trajo consigo la primera borrasca, a la que se aliaron la semana pasada los fuertes vientos de la segunda, seguida actualmente de las lluvias de Ignacio, han producido un rápido deshielo de la sierra, cuyos efectos son ahora una suerte de espectáculo en una ciudad que carece de ellos.
Que el agua vuelva al Oja es noticia cada año en Santo Domingo de la Calzada. En esta ocasión, además, las restricciones frente al COVID-19 y el cierre de la hostelería y, en general, de los negocios 'no esenciales', han convertido al orgulloso río en un aliciente, un lugar que visitar. Así las cosas, el trasiego de calceatenses por el puente del Santo ha sido constante durante todo el fin de semana. «Da gusto verlo así», «la pena es que el agua no se aproveche» o «tenía que bajar agua todo el año y que nos pudiéramos bañar en verano», son algunas de las frases que se han escuchado estos días por parte de los que se han acercado a él.
No siempre el Oja ha sido un río tranquilo. Por ejemplo, en el año 1918 hubo una gran crecida que causó graves destrozos en el puente del Santo, donde tan solo un año antes se había inaugurado la ermita que se construyó, después de que en 1906 otra imponente avenida se llevara por delante a su predecesora, situada más o menos frente a la actual.
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