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En Santo Domingo de la Calzada -ya se sabe-, el río Oja baja cuando se le antoja. Lo dicen los lugareños a la vista de la indefinición del agua en volver por sus fueros, una vez que los abandona por completo en primavera o verano. ... Este año se empezó a dejar ver el pasado lunes, de una manera discreta, porque solo reapareció en un tramo, alejado del puente del Santo o la pasarela, de ahí que su reaparición, siempre bienvenida, pasara desapercibida para muchos.
Pero ahí está -no se sabe si por mucho o poco tiempo-, unos cuantos días después de que se le viera bajar caudaloso por Ezcaray, Ojacastro y Santurde de Rioja. «Las lenguas de antaño dicen que tarda seis días en llegar a Santo Domingo desde que se ve pasar por Santurde», comentó Cristina en Facebook justo seis días antes de que alguien lanzara el ¡Agua a la vista! por estos lares.
Un acierto que no tiene que ver con la velocidad del agua en discurrir por el cauce sino con el llenado del gran embalse subterráneo que es el acuífero del Oja. «Cuando el río Oja lleva agua quiere decir que el 'pantano' está lleno (o se ha producido una gran riada). Este 'pantano invisible' tiene una pequeña oscilación estacional de su nivel: baja cuando las salidas superan a las entradas de agua y viceversa. Sin embargo, el nivel se ha mantenido estable en los últimos 23 años indicando que las entradas de agua superan a las salidas y es esa agua sobrante la que corre por el cauce del Oja», se explicó en el marco de la actividad 'Geología de La Rioja', celebrada en la ciudad calceatense en el año 2018.
El 'pantano' es el acuífero del Oja y, dadas sus dimensiones, no se llena tan fácilmente. Según los cálculos de los expertos, los poros rellenos de agua que quedan entre las gravas y arenas que forman el aluvial del río suponen 170 hectómetros cúbicos, valor que supera la capacidad de los tres embalses riojanos (Mansilla, González-Lacasa y Pajares), que suman en total 136 hectómetros cúbicos.
Este año, alimentado también por el agua de los canales, se ha dejado ver pronto, a lo que ha contribuido, seguramente, el rápido deshielo de las cumbres que siguió a las nevadas de hace unas semanas por el fuerte viento sur que sopló después. En el 2016, por ejemplo, no se vio el agua hasta el 7 de enero, y, al año siguiente, a mediados del mismo mes. También bajó pronto allá por el 2014, un 4 de noviembre, justo cuando acababan de arrancar las obras de la pasarela peatonal.
Lo cierto es que al río Oja se le ha echado especialmente de menos este año. Aprovechando que el agua se despidió tarde, muchos volvieron al cauce a refrescarse en sus aguas, especialmente en las pozas que se forman junto a los arcos del puente. «Pena que no aguante todo el verano», dijeron muchos.
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