![Dos de los árboles 'abrigados', en la plaza de la residencia Hospital del Santo.](https://s3.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/201911/16/media/cortadas/50216424--1248x782.jpg)
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A muchas personas que pasan junto al Hospital del Santo les llama la atención ver que los troncos de los árboles están recubiertos de piezas tejidas en punto. Si piensan que es por el frío no van desencaminados, porque la iniciativa se enmarca en un proyecto denominado 'El jardín abrigado', un título que hubiera encajado bien en alguno de los cuentos de Gloria Fuertes, en el que un montón de abuelas pasaran parte de su tiempo tejiendo para que los árboles pasen el otoño-invierno bien calentitos.
En realidad, todo es parte de una terapia ocupacional de la residencia de personas mayores calceatense, que empezó en octubre y está aunando la participación de las abuelas, principalmente, pero también de algunos familiares y voluntarios.
Sus beneficios van mucho más allá del mero entretenimiento, que también, como subraya Elena Mansilla, terapeuta ocupacional del centro. «Con esta actividad se trabajan las habilidades motrices, las relaciones interpersonales entre las propias residentes, las capacidades cognitivas como la atención sostenida o la memoria de fijación y reciente, entre otros objetivos que con ella se logran alcanzar», indica, sin obviar otro muy importante: la autoestima. Y es que inicialmente se trataba de decorar solo los árboles y animales de su jardín interior, también con piezas de punto, pero la propuesta tuvo tan buena acogida que, previa solicitud de autorización al Ayuntamiento, han traspasado los lindes del hospital y sus resultados pueden verse ya en la plaza de San Francisco y, próximamente, también en los ejemplares de la calle del mismo nombre.
La razón de esta exteriorización de la actividad es que «a ellas les satisface mucho hacer algo por la ciudad; algo que toda la gente va a ver; que les va a gustar... Eso, para unas mujeres de ochenta y tantos años es algo que les motiva y que mejora mucho el autoconcepto que tienen de sí mismas», incide Elena, que explica que «elegimos esta actividad porque, aparte de que es algo que ellas controlan y que es un desafío apropiado a sus capacidades físicas y cognitivas, ya la tienen aprendida por su propia historia de vida, porque todas han hecho punto en algún momento dado». No hay ningún hombre residente que se haya animado a tejer, aunque sí que colaboran de otras formas.
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