Con licencia para divertirse en Santo Domingo

Ciertamente, la realidad fue bastante más sencilla: una mecha para encender la del cohete y arriba con este, hasta donde llegara, aunque el resultado fue el mismo: Santo Domingo de la Calzada había iniciado sus fiestas patronales del Santo, que hasta el día 15, San Isidro, incluido, abren un paréntesis en la cotidianeidad de la ciudad para rellenar esta de citas que no dejan lugar al tedio.

Fiestas que, en realidad, arrancaron -aparte del 25 de abril- unas cuantas horas antes, en el mismo momento en el que los relojes frisaban las 8.30 de la mañana y se vestía a los carneros en la cofradía del Santo para iniciar el rememorador paseo de antiguos privilegios sobre la libertad de pastos y tránsito, de ahí que se permita su entrada en bares, hospital, guardería... No hay quien pare a la tradición.

Conforme su itinerario quemaba etapas, el ambiente en la localidad se iba caldeando, ansiosos todos porque las manecillas del reloj avanzaran raudas hasta el momento del cohete y, a partir de ahí, ralentizaran su inexorable tránsito de forma que el martes 16 sea siempre una realidad muy lejana. Y la esperada cita llegó con puntualidad, igual que las palabras que siempre preceden al instante de mayor alegría de cuantos la ciudad vive: "¡Calceatenses!, ¡amigos!...". La balconada consistorial, atestada de ediles e invitados, iniciaba su anual minuto de gloria con la breve alocución del alcalde ante una plaza todo lo llena que puede estar un miércoles y algo más, a cuyos ocupantes deseó que disfruten y vivan las fiestas con alegría y también con respeto.

Cientos de personas corearon sus vivas a la ciudad y al Santo, antes de que el estallido del cohete desatara el júbilo y arreciara la música desde varios frentes -peña El Salero y charanga Los Gallitos- y, en general, todos los elementos propios de un inicio festivo, al que se sumó el descorche de bebidas gaseosas y, terminada la munición, de numerosos bailes en torno a la fuente. Varios cientos de vueltas después, la fiesta abandonó la plaza montada en la estela de la electrocharanga Locomotor y se desparramó por toda la ciudad, que, con el único permiso a falta, el de la meteorología -en días como estos se hace especialmente cierto lo de que «nunca llueve a gusto de todos»-, espera disfrutarlas intensamente. Y así va a ser.