

«Si no puedo dormir, miro las fotos de mis nietos»
Lucía Ortega Martín | Cumple 104 años ·
Su longevidad tiene un secreto, es una envidiable buena salud. «No pisó un hospital hasta los 100 años», señala la hijaSecciones
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Lucía Ortega Martín | Cumple 104 años ·
Su longevidad tiene un secreto, es una envidiable buena salud. «No pisó un hospital hasta los 100 años», señala la hijaAyer cumplió 104 años. Nació el 13 de diciembre de 1915 en Padilla de Abajo, municipio de Burgos, y a mediados del siglo XX se ... trasladó a Ortigosa de Cameros junto a su marido, Benito González, quien ejerció allí de secretario del Ayuntamiento durante treinta años. Lucía Ortega Martín celebró ayer un nuevo cumpleaños en la residencia de mayores La Rioja de Albelda de Iregua, aunque después se fue a comer junto a su descendencia a Logroño.
Lucía es madre de tres hijos, Carlos, José Ignacio y Lucía, abuela de cinco nietos y bisabuela de cuatro biznietos. «No me quería morir sin conocer a mis nietos y he conocido a mis biznietos. Me gustan mucho mis nietos, son tan pequeños...», confesaba ayer Lucía, mientras su hija apuntaba que «disfruta mucho cuando vienen a verla». Es más, reconocía la centenaria que «muchos días, si no puedo dormir, miro sus fotos».
Lucía Ortega se ha dedicado toda la vida a las labores de su hogar, aunque también trabajó como modista y agricultora. «Mis padres eran labradores. Y también he cocido pan», recordaba lúcida. Enviudó en el 2013, con su marido llegando a los 91 años. Benito y ella se conocieron de jóvenes en el pueblo, en el Baile del Ajo, a donde nunca regresaron porque «vendimos las tierras que teníamos para comprar un piso en Logroño, tengo uno muy bonito». Casi desde entonces lleva viviendo ella en una residencia, donde, asegura, le tratan muy bien. «Aquí vienen bailarinas, se hacen fiestas... las chicas son muy simpáticas. Y la comida es muy buena, me gusta mucho», afirma Lucía. Incluso ha sido elegida Vendimiadora Mayor de la residencia.
Su longevidad tiene un secreto, es una envidiable buena salud. «No pisó un hospital hasta los 100 años», señala la hija. Y la madre lo confirma. Fue, curiosamente, por un catarro. A Lucía le gustaba hacer punto y también ir a pescar con su marido. «No íbamos al río porque había muchas piedras sino al pantano de Ortigosa, allí pescaba con cucharilla, echándola al fondo del agua, y sacaba muchas truchas. Me gustaba mucho y se me daba bien», subraya Lucía, quien también recuerda que llevaba el almuerzo a su marido cuando acudía a cazar palomas que ella desplumaba y ponía en conserva porque «la carne es muy dura».
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