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FÉLIX DOMÍNGUEZ
Jueves, 15 de abril 2021, 16:05
Aunque apenas alcanza los 170 habitantes censados, la localidad de Camprovín, a orillas del río Najerilla, aguas arriba de Nájera y muy cerca de Baños de Río Tobía, se está haciendo un hueco notable en la geografía riojana a base de esfuerzos por hacerse notar ... en cuanto a ideas innovadoras que buscan, de manera fundamental, alejarse de una vez por todas de ese fantasma que tanto acucia a buena parte del mundo rural: la despoblación.
Una de las vías por la que más está llegando a ser conocido, es la del arte en particular y la cultura en general. Su iniciativa Camprovinarte ya camina con paso firme y se puede decir que se encuentra completamente consolidado. Hace unas semanas se pudo saber que este evento cultural, que se abre cada verano a la actuación de los artistas con el pueblo como marco y sus vecinos y visitantes como colaboradores, había aparecido en la lista del Observatorio de la Cultura en España, en lo referido al pasado año 2020.
Pero no se quedan ahí las iniciativas en las que se trata de concitar la atención en el pueblo con la llamada de la cultura. En Semana Santa, salvo la excepción del pasado año, que por las causas por todos conocidas de la pandemia y el consiguiente confinamiento domiciliario general, no se pudo celebrar, este año han vuelto dos propuestas con mucho atractivo.
Se trata de sendas salidas al entorno natural que rodea a la localidad, a las que se liga de una manera lúdica el arte. Nacidas ambas de la creatividad y la sensibilidad artística de la dinamizadora sociocultural del Ayuntamiento de Camprovín, Lara Montoya, se trata de Arte en el bosque y Cuadernos de viaje.
La primera de ellas, funciona bajo el sugerente enunciado: «La Naturaleza nos regala los elementos: ramas secas, piedras, hojas, flores. Nos aporta aromas, olores, colores, texturas y sonidos, paisajes en suma. Nuestros sentidos los perciben, los disfrutan, y, desde el respeto y la admiración nuestra imaginación los conjuga, con nuestras manos los mezclamos, los transformamos. Creamos... hacemos arte».
Bajo esa premisa un grupo de unas 20 personas, «este año lo hemos tenido que limitar, por aquello de la pandemia y las normas sanitarias, y hemos hecho grupos pequeños para movernos por el campo y cada uno de ellos pudiera atender las explicaciones sin riegos alguno», advierte Montoya.
Una vez en el camino, «hicimos un recorrido de unos cuatro kilómetros, más o menos, lo que supone unos tres cuartos de hora caminando tranquilamente», con paradas para recoger los materiales naturales y «dejando volar la imaginación, que cada uno pusiera en juego su creatividad y se expresase con total libertad».
Todo lo realizado, «después se ha quedado en el campo, ya que todo el material utilizado son elementos tomados de la tierra, dibujos con barro en piedras y cosas por el estilo, y donde mejor pueden estar es donde ya estaban. Ya que, uno de los objetivos que se pretende con estas iniciativas, no es solo sensibilizar en torno al arte, sino también dejar una impronta de respeto por la naturaleza y el medio ambiente».
La segunda propuesta, se denominada Cuaderno de viaje. A los participantes se les advierte de que «en esta ruta, el cuaderno será nuestra cámara de fotos. A partir de pequeños ejercicios y juegos de dibujo y pintura, plasmamos nuestra experiencia al mismo tiempo que paseamos y observamos». Es por ello que se aconsejaba llevar estuche con lápices, pinturas, acuarelas, pegamento... Tanto en este caso como en el anterior, es el Ayuntamiento el que proveía de cuadernos a los asistentes.
En este caso, «el recorrido propiciaba una serie de paradas y en ellas la realización de una serie de ejercicios, tales como dibujar sin mirar al papel y escuchando la descripción del paisaje que hacía otra persona». De tal manera, que en este caso cada paseante se llevaba a su casa la obra realizada.
En suma, dos propuestas que han servido para compaginar la admiración por una naturaleza desbordante, con su fauna y su flora, que es la que rodea al pueblo, con el estimulante juego de crear arte. Quién sabe si en el futuro, algunos de los niños o adolescentes que toman parte en estas propuestas, no acabarán conformando alguno de los grupos de artistas que, cada verano, se juntan en Camprovín para llevar a cabo una nueva edición de Camprovinarte, cuyas creaciones quedan en el pueblo para admiración de propios y extraños.
Ah, y por si fuera poco, este año por estas fechas vacacionales pasadas, la localidad ha planteado otra actividad cultural más. Se trató de celebrar la llegada de la primavera. Para ello, la bailarina Gabriela Jiménez ofreció en el entorno de la ermita local, a las afueras del casco urbano, un recital de danza contemporánea que resultó, como las anteriores actividades, todo un éxito.
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