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El domingo 26 de mayo Josefa Yustes Miranda, a la que todos conocen como Pepa, cumplió 100 años. La mujer se encuentra en unas condiciones de salud física y mental envidiables y vive en Calahorra de manera independiente, en su casa, aunque atendida por su ... familia.
Natural de Bergasillas Bajera, este domingo regresó a su pueblo para celebrar su centenario en el local de usos múltiples gracias a las facilidades dadas por el alcalde, Daniel Herce.
Acudieron familiares y amigos, un total de 52 personas de Calahorra, Arnedo y Logroño para compartir una merienda. El párroco Jesús Manuel Antoñanzas bendijo la celebración y Pepa se mostró emocionada, a pesar de que para ella cumplir cien años supone tener uno más. «Se ve y se siente tan bien que no le da importancia a una cifra tan redonda», destaca su nieta, Marta Jiménez.
En medio de la merienda se levantó para dar las gracias a todos y decir lo bonito que era reunirse, algo que disfrutó y apreció. Sabía que iba a celebrar su centenario, pero no que sería así, con tanta gente y en su pueblo natal.
Marta comenta que el 8 de abril, en la 'gala de la mujer en el mundo del toro' organizada por el Club Taurino de Calahorra, Pepa no dudó en acudir y acercarse a la infanta Elena (madrina del evento), en la calle, antes de entrar al teatro Ideal, para saludarla, momento en el que le comentó que estaba a punto de cumplir 100 años.
Pepa tiene una hija (otra falleció), dos nietas y cinco bisnietos. La hija que murió estaba en silla de ruedas y en plena posguerra la familia tuvo que acercarse a lugares más cómodos para vivir en mejores condiciones. Primero a Bergasa y después a Calahorra.
El marido de Pepa Florencio Sainz (que murió a los 90 años), fue agricultor y ganadero. En Calahorra trabajó para el parque de servicios municipal y como bombero. Pepa, además de realizar las labores de casa, fue pastora de ovejas, hasta que se asentó en la ciudad. Cuando su hija enferma empeoraba, se trasladaban desde Bergasillas Bajera en burro, cuenta la mujer. Entre sus recuerdos de antaño no se olvida de las veces que iba al lavadero a por agua que traía a su casa con un cántaro en la cabeza y otro bajo el brazo, en una época en la que no había lavadoras en Bergasillas Bajera y apenas servicios básicos.
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