El olvidado crimen de Viguera
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En 1895 el cura Cesáreo Pérez asesinó a la madre de su ama de llaves, fue condenado a cadena perpetua y se escapó de la cárcelEs conocida la trágica historia del cura asesino de Torre en Cameros, que el 1 de septiembre de 1902 degolló a una joven vecina en la dehesa de San Román. Victoriano Valdecantos, párroco de Torre, era soriano de nacimiento y ejercía en el pueblo de mayor altitud del Camero Viejo, donde la cercanía de la muchacha provocó en él una violenta pasión. Aunque condenado a pena de muerte, el cura fue indultado por el rey Alfonso XIII y se marchó a América. Mucho menos conocido es un suceso igual de truculento, de similares características y ocurrido en la misma zona, Cameros, unos años atrás.
El cura Cesáreo Pérez Rodríguez, de 33 años, asesinó de un disparo de revólver a la madre de su sirvienta y parece que amada, intentando lo mismo con el padre, sin lograrlo. El 16 de enero de 1895, a las 18.30 horas, el sacerdote, coadjuntor de la parroquia de Viguera y Ribafrecha, donde nació, acudió a casa de Carmen Galilea, de 16 años, con el fin de llevársela con él y, al impedírselo sus padres, en un forcejeo, disparó hiriendo al padre, practicante en Viguera, y matando a la madre. El cura huyó a caballo, pero al día siguiente fue detenido en Villamediana, y al ser conducido ante el cadáver en el cementerio de Viguera con el fin de que confesara los hechos, cuentan las crónicas de la época que se arrodilló a rezar por la salvación del alma de la difunta «con un cinismo incomprensible», lo que provocó la ira de los vecinos.
Al parecer, el cura y la muchacha mantenían una relación estrecha mientras ella ejercía de ama de llaves de él, si bien los padres no eran los únicos que veían con malos ojos al sacerdote. Según las crónicas del juicio celebrado a partir del 4 de noviembre en la Audiencia Provincial y que fueron publicadas por entregas en periódicos de tirada nacional, un exguardia civil describió «escenas pornográficas de las cuales era protagonista el cura» y también se le acusó de ser conocido como «jugador de mala ley» en Ventas Blancas, de donde tuvo que ser protegido en su salida para no ser linchado. Incluso, a pesar de llegar al rango de sargento en el Ejército, fue confinado en Ceuta por el delito militar de desacato a un superior. Cesáreo justificó haber acudido al lugar del crimen por una carta escrita por la propia joven pidiéndole que se la llevara con él y también para reclamar ropas y un billete de 100 pesetas que le faltaban.
Los artículos sobre el juicio reflejan la dureza del proceso: «Cuando iba a ser interrogada Carmen Galilea, el Tribunal se retiró a deliberar, y atendiendo a que algunas declaraciones habían de ofender la moral, acordó que el juicio prosiguiese a puerta cerrada». Condenado a cadena perpetua, apenas duró un año preso porque el 23 abril de 1896 se fugó de la cárcel de Logroño. Y la descripción de la huida, de tan increíblemente sencilla, parece de dibujos animados. Cuenta la prensa que, tras salir de la celda, que permanecía abierta, «penetró en las habitaciones del alcaide y allí se apoderó de las llaves, abriendo con ellas las puertas del penal, por donde tomó las de Villadiego». Nada más se supo.
Valentín Sáenz de Samaniego, presidente de la Asociación Reyno de Viguera, descubrió este trágico episodio que considera «uno de los casos más curiosos que he encontrado» porque hasta «se escribió un cantar sobre la situación vivida en el pueblo». La historia, curiosamente, se había olvidado, apenas nada se sabía o se recordaba en el pueblo: «Supongo que la Iglesia se encargó de enterrar el caso y mantenerlo olvidado», explica el presidente de Reyno de Viguera. No obstante, el suceso no ha estado del todo olvidado. Salvador Daza y María Regla Prieto lo recogen en el libro 'Sangre en la sotana (Clérigos homicidas en la España Moderna y Contemporánea)' (Renacimiento, 2020).
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